La idiocia es una ‘enfermedad’ casi mental que se ha instalado en la conducta humana que padece la sociedad en la actualidad.
Se basa esencialmente en una cuestión básica como es «creerse sabio sin el sacrificio que supone, o, mejor dicho, la disposición del sujeto a ofrecer un tiempo determinado a incrementar el bagaje de sus conocimientos. Parece ser que la dedicación de su tiempo a lo que no sea beneficio inmediato es como tirar por la borda ciertos objetos caseros que considera obsoletos para dedicarlo a la oda actual, como es el uso del clic, clic de los teléfonos y el hipnotismo de las pantallas de plasma que subyuga las mentes de los futuros compradores en masa, hoy mozalbetes y púberes, inconscientes de la problemática vital que se les presentará en sus vidas futuras.
Renata Saleci, filósofa, y socióloga eslovena, dice: «La sociedad del conocimiento no existe, ésta es la sociedad de la ignorancia». En su libro ‘Pasión por la ignorancia’, habla de las píldoras de «ignorital» que «usan los enganchados a la necedad y el desconocimiento, como si fueran oasis de fentanilo».
No somos capaces de distinguir entre la verdad y la mentira, estamos invadidos por los bulos y las informaciones falsas.
Proliferan negacionistas, terraplanistas, conspiranoicos e ignorantes en grado sumo y con desfachatez, enganchados al clic, clic del teléfono. Asistimos a lecciones de trolas de nuestros políticos y líderes.
«Cada época se caracteriza por su propia ignorancia particular», dice Saleci.
El psicoanalista francés Jacquez Lacan ya decía que «el ser humano tiene tres pasiones: el amor, el odio, la ignorancia».
Saleci reitera que la ignorancia «ha adquirido una renovada y sorprendente fuerza en esto que se denomina ahora la sociedad del conocimiento. La sociedad de conocimiento debería denominase sociedad de la ignorancia porque vivimos en un mundo muy opaco».
La sociedad está dividida por una ideología neoliberal que nos ha hecho muy individualistas.
Existe la impresión de que cada uno puede crear su propia verdad al deteriorarse la credibilidad de los líderes políticos, padres, profesores, científicos… Y los medios y las redes han contribuido a que esta sociedad se compara con alguien totalmente ido, esquizoide, paranoico.
Actualmente hay personajes que tienen muchos seguidores en plataformas y más influencia que un científico.
Jonathan Haldt escribió en la revista Atlantic: «Estamos desorientados, incapaces de hablar el mismo idioma e incapaces de reconocer la misma verdad».
Maxime Rovere, francés, en su ensayo ‘¿Qué hacemos con los idiotas?’, se hacía estas tres preguntas: «¿Por qué nos gobiernan los idiotas?¿Por qué los idiotas ganan siempre?¿Y por qué los idiotas se multiplican como esporas?» Él argumenta también que «la ignorancia ha cambiado. Antes se debía a la falta de acceso a los recursos, pero hoy, no sólo es la ausencia de conocimiento, sino la capacidad de construir un conocimiento eficaz. Antes, la ignorancia era algo vergonzoso y tendía a ocultarse. Ahora la conversación global permite que una cantidad masiva de ignorantes se reúna a través de las redes sociales y se convierta en una voz, en una fuerza. La ignorancia se ha vuelto agresiva».
La ignorancia se deduce que está en todas partes y ya no es exclusiva de los ignorantes, y está fortalecida más que nunca.
En realidad no sabemos nada y entonces es cuando descubrimos, en el fracaso, que el dedo de esa trampa saducea empresarial se alza con el triunfo porque nos ha conducido a la inmensa torre de Babel del lío mayúsculo que se ha formado y que terminará de forma abrupta con una civilización que agoniza ya.
Terminamos con algo importante. El catedrático de Salud Pública de las Universidades de Navarra y Harvard dice que «la cultura basura también perjudica nuestra salud». Y no se está haciendo nada en este sentido.
La era de la ignorancia
08/03/2023
Actualizado a
08/03/2023
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