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La flor de la verbena

03/07/2023
 Actualizado a 03/07/2023
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Ocurre a veces, cuando no estás pensando en ello y tienes la guardia baja y paseas por los sitios por los que caminabas entonces. Es en esos momentos cuando la ves con sus trece, catorce, quince, dieciséis años. El pelo tan largo como nunca lo volvió a llevar, las zapatillas sucias, el peto de colores lleno de garabatos y una camiseta de tirantes. Recuerdas algunas escenas como si fueran viejas fotografías superpuestas, las comparas con el ahora y apenas hay diferencias; una boda, un nacimiento, alguna muerte.

Entornas los ojos al calor de julio, ya siempre parapetados tras dos lentes oscuras y eso que a ella, a aquella chica, nunca le gustaron las gafas, prefería arrugar el hocico al sol.

Decíamos que amusgas la mirada y deambulas por la senda tantas veces pisada junto al mismo animal, hoy las patas como astillas y el morro cano, y saludas a unos y a otros con –casi– igual sonrisa a la que llevaba la chica del ayer.

Le cambias el agua a los pájaros para que no se ahoguen aferrados al borde del cubo grande mientras tratan de no morir de sed, observas a los lagartos ocelados que corren a sus escondrijos veraniegos, pasas junto a la iglesia y los cadáveres de los polluelos de cernícalo que ayer se cayeron del nido y entras a la bodega.

Este año habéis venido casi todos, «¿Cuándo fue la última vez que nos vimos aquí así?» ríe I., estamos un poco más flacos, un poco más gordos, un poco más calvos. Alguno se ha teñido de naranja fosforescente. La nota de color la dan los novios y las novias cuyas caras han ido variando con el tiempo. Lo normal.

Comemos hasta empanzarnos, dejando los restos de la carnaza apilados en una bandeja para luego, que ya sabes que de madrugada despierta el hambre, y salimos a bailar. Somos más mayores, estamos cansados, será un encuentro breve, mañana todos volveréis a vuestras oficinas y yo seguiré unos días más aquí, pero esta noche danzamos con furia junto a los chavales que, una tarde, crecieron acá.

El mundo tal y como lo conocemos está en constante estado de desaparición y, la verdad, es que eso nunca nos importó demasiado.
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