El mismo día en que el líder podemita firmaba en Moncloa junto al presidente del Gobierno el borrador de presupuestos, su filial catalana (‘Comú Podem’) defendía en el parlamento autónomo de esta nacionalidad unas propuestas de resolución. La que ha trascendido a la opinión pública es la relativa a la reprobación del rey, que contó con sus votos, los de esa amalgama que viene del transmutado partido pujolista una vez se constató la ratería del ‘tres por ciento’, JxCat, y la izquierda tradicional republicana, ERC.
Con ser importante la aprobación de la anterior resolución, en uno de cuyos puntos se contempla el citado menosprecio al rey, la mayoría de las restantes no deberían pasar desapercibidas, por el lenguaje mesiánico, con esas manidas frases voluntaristas que a tantos sirven de comodín panfletario. Una de ellas merece especial atención, la última, que lleva por título ‘Por la lucha contra la ultraderecha fascista y racista’. Comienza el texto de la misma con la manifestación de una gran preocupación por tales tendencias políticas en Europa y en el mundo, sin analizar las causas que las originan, para a continuación solicitar que en ningún caso se alimenten o faciliten debates propios con los ideales de esos grupos en ese parlamento autónomo.
En realidad, en Cataluña, el totalitarismo agresivo está ante todo representado y hasta animado en la actualidad por los comandos que se autodenominan Comités por la Defensa de la República (recuerden qué caudillo tienen, el mandatario Torra, que les pide eso de «presionen»). Entre sus últimas hazañas se cuentan cortes de carreteras, ‘señalar’ con pintadas establecimientos, apalear a varios miembros de la Jusapol, a uno hasta romperle la cara, y desbordarse a las puertas del Parlament. Dado que estos comandos ultramontanos bien pueden ser incluidos en la nómina de «fascistas y racistas», no merecen discusión en el parlamento catalán; así que ahora, por fin, ya logro entender cómo respecto a tantos actos violentos, a la marginación o persecución de ciudadanos que no siguen el ‘conductismo’ separatista, los podemitas catalanes se lavan las manos como Pilatos.
Otra cuestión que trae en un sinvivir al conglomerado morado del Condado, según se aprecia en la citada proposición contra el fascismo y racismo, es la difusión de estos perversos males. Para controlarla o evitarla solicitan que «los medios de comunicación públicos, y todos aquellos de comunicación que funcionan con licencia otorgada por la administración pública o reciben subvenciones públicas, han de dejar de colaborar en difundir la agenda política que facilita el discurso de la ultraderecha». Concretan y dan lecciones a los periodistas de cómo tienen que llevar a cabo su sumiso trabajo: no presentar como un grave problema delitos que den la sensación de inseguridad ciudadana, no generar una sensación de emergencia por los ‘flujos migratorios’; nada de esto, sino se ha de dedicar la mayor parte del tiempo de emisión a problemas como las listas de espera en los servicios públicos, los relativos a la salud, a la contaminación…
Y no satisfechos con facilitarles a los periodistas la traza de programación para radios, televisiones, o el guion de artículo y reportajes, como consejeros áulicos con la cartera del pueblo en el bolsillo, se adentran en el campo de la sensibilidad propia: con ternura les sugieren que no se dejen llevar por visiones parciales, por emociones que pueden «alimentar argumentos basados en sensaciones», porque la comunicación «no es neutra» ni inocentes sus efectos. Aunque parezca sorprendente, texto tal fue aprobado sin matices por ellos mismos y los separatistas, como la receta que se han de administrar todos aquellos informadores que trabajan o viven del ‘momio’ de la Generalidad.
Es un hecho palmario el que en Cataluña sus mandatarios vienen sirviéndose de los medios informativos financiados con fondos públicos para la causa secesionista; también, como no sucede, en relación a la cuantía, en ninguna otra nacionalidad o región de España, con qué regalía ‘mantienen’ un gran número de medios privados, verdaderos chupatintas del poder, especialmente los digitales, que pululan por doquier. Pero esta no es la preocupación de los podemitas, no entra en el ámbito del «fascismo y el racismo»; les quita el sueño que los informadores cuiden «sus sensaciones» en aquello que no atañe a la inoculación de la ideología segregadora. Aunque no lo parezca, son fieles discípulos de Iglesias Turrión, al que le avispa sobremanera el control, o «disciplina» a unas directrices, de los medios de información.
La proposición podemita, a saber si leída y meditada, fue aprobada en el parlamento catalán por los partidos ya mencionados. Ni una palabra en ella en defensa del verdadero fascismo y racismo que ‘cunde’ en Cataluña y a tantos españoles segrega o hace la vida imposible; y ni una mención a la parcialidad de sus medios de información, antes bien, su preocupación son «las sensaciones», las «emociones» que no han de atribular a los periodistas que dependen económicamente de la Generalidad, ya sea por propia entrega a ‘la causa’, o por necesidad.
La receta periodística de la filial podemita
13/10/2018
Actualizado a
19/09/2019
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