05/10/2019
 Actualizado a 05/10/2019
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Hoy, día de San Froilán, venía con la intención de contarles algo festivo y alegre, y para nada sumirles conmigo una vez más en la depresión que sufre nuestra tierra. Rebuscando en las noticias más próximas, con la esperanza de encontrar algo como que un setero descubría un hongo de dos kilos, o algo así como que apareció un rentista filántropo que hacía rebajas en los alquileres de sus locales a jóvenes emprendedores pero no tarde demasiado en desistir porque lo único que encontré fue ‘ruina’. Cierres de oficinas bancarias, que son sustituidas por autobuses-cajeros que visitan el pueblo cerca de dos horas, agrupación de colegios por falta de alumnos, mucho más paro, y por supuesto, no íbamos a romper la tradición, buenos sueldos para los nuevos consejeros de la junta.

Podríamos abrir el melón e iniciar un debate sobre si los políticos están bien pagados o no, pero ustedes ya saben que como ellos mismos dicen, es un debate ‘estéril’.

Lo que no quiero dejar pasar es la dramática situación que vive nuestra ciudad. Por poner un ejemplo muy significativo, el lunes me acuesto con un comercio céntrico abierto y con clientes comprando y gastando a eso de la nueve de la noche, me levanto al día siguiente y cuando emprendíamos camino al colegio, nos encontramos con que no hay tienda, ni hay nada. Un folio escrito a Arial Negrita te invita a seguir comprando ‘online’, sin ninguna explicación. Apenas diez horas han servido para desmantelar una tienda, nunca mejor dicho, con nocturnidad y a la puta carrera.

Esto constituye un hecho significativo, extrapolable a toda a una ciudad que se muere también a la puta carrera, y que nuestros políticos no quieren ver.

Yo he pasado de los cuarenta (por eso puedo ir al gimnasio de Iñaqui), viví en otra ciudad por decisión propia, pero regresé al reino porque quería estar donde viven mis padres y mis abuelos. Tengo un niño que cumplió cuatro años, Dimas, y quiero que sea feliz aquí, que vaya al colegio aquí, y que pueda quedarse en una ciudad preciosa, acogedora y cómoda.

En la calle se dice que los políticos de León con mando en plaza, o con cierta influencia, siempre han sido los más dóciles para con sus jefes. La palabra reivindicación apenas se ha escuchado en todos estos años y hay quien va más allá diciendo que los representantes de León nunca han mirado para León porque sus hijos, no han estudiado aquí, han hecho vida en Madrid, y dicho vulgarmente ‘se la sopla’ todo lo que no esté relacionado con sus retribuciones, dietas y comisiones, estas dos últimas, un mundo desconocido para la mayoría de los ciudadanos ya que cuando se publican los sueldos, se suelen obviar.
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