18/10/2024
 Actualizado a 18/10/2024
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«He visto cosas que vosotros no os creeríais. Naves de ataque en llamas más allá del hombro de Orión. He visto RayosC brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhaüser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir».

No he terminado de perder la cabeza. Estas palabras son el monólogo final que el ‘replicante’ Roy Batty dice a Rick Deckard, en la película ‘Blade Runner’ de Ridley Scott de 1982. Película de culto donde las haya, donde muestra un mundo distópico que bien podría volverse a popularizar por las continuas noticias sobre inteligencia artificial y figuras animatrónicas.

Sin embargo, este monólogo que he querido traerles hoy, no hace referencia a los avances y riesgos que, para la humanidad, vengan de la mano y la cuenta de resultados de Elon Musk. Este monólogo me ha venido a la cabeza cuando he intentado enumerar el chorreo de escándalos que rodean a Sánchez y su gobierno. Tal como decía Roy Batty, estamos viendo cosas que ni nosotros mismos nos creeríamos si nos lo hubiesen dicho tan solo hace unos meses.

Una red de corrupción que salpica a ministros y exministros con un «elemento corruptor», como lo llama la Guardia Civil, común a distintos niveles y en la que de alguna u otra forma tenían que ver José Luis Ábalos, que recordemos fue el número 2 del PSOE y exministro de transporte y su mano derecha Koldo García.

Ese mismo «elemento corruptor» desviando dinero a través de empresas pantalla, curiosamente al municipio portugués de Elvas, el mismo pueblo portugués donde reside David Sánchez, hermano del presidente, investigado a su vez por presuntos delitos de prevaricación, tráfico de influencias, malversación y fraude fiscal y un sorprendente incremento patrimonial.

Escándalos sobre contratos millonarios a cuenta de mascarillas defectuosas sin fiscalizar y que se aprovechaban para llevar tremendas ‘mordidas’ y comprar a agentes de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, que salpican al presidente de Cataluña y a la presidenta del Congreso (tercera autoridad del Estado).

Empresas bajo sospecha de haber sido ayudadas económicamente con dinero público que a su vez patrocinaban un máster que dirigía la esposa del presidente del Gobierno, investigada por presunto tráfico de influencias y corrupción en los negocios junto con otro empresario frecuente en Moncloa y con el «elemento corruptor» de por medio.

La llegada secreta de Delcy Rodríguez, vicepresidenta de la dictadura de Venezuela a Madrid, violando sanciones europeas, con unas maletas misteriosas de las que se desconoce el contenido en otro episodio digno de película de conspiración.

El caso del fiscal general del Estado, encargado de dirigir las acusaciones, acusado a su vez de revelación de secretos y que, a la hora de escribir esta columna, sigue sin dimitir.

Como en el monólogo de Roy Batty, todos esos momentos se perderán junto a Sánchez, mientras la maquinaria política sigue avanzando, como lágrimas en la lluvia. Es hora de dimitir.

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