Uno de los lugares significativos de España es la Puerta del Sol madrileña. A ella van a parar mendigos y señoritos, migrantes y desarraigados, gentes del común y exóticos viajeros; tan pronto te pueden sorprender momias vivientes, una manifestación con pancartas, como un grupo bailarín o una pequeña ‘troupe’ con airosas acrobacias. Es para nosotros, los forasteros, lugar de cita, para reencontrarnos con antiguas amistades, aficionados poetas o agradables compañeros con los que, en época vacacional o viajera, congraciamos en un puerto o en la alameda de cualquier ciudad. Porque en una metrópoli como Madrid, con sus anillos expansivos que la circundan con atiborradas torres, se han avecindado familiares, vecinos y muchos con los que uno ha compartido pandilla y pupitre.
Dos comarcas, astorganas y diocesanas, Maragatería y Cabrera, han dejado su relevante impronta en la Puerta del Sol: en la política y la economía, la arquitectura, el tipismo y la tradición festiva. De la primera, el personaje más destacado fue el maragato de Santiagomillas, Santiago Alonso Cordero, parlamentario, concejal, presidente de la diputación madrileña, y gran emprendedor empresarial. Fueron sus Casas, alzadas en el solar del Convento de San Felipe el Real, de 1842 a 1845, el modelo arquitectónico que se aplicaría en la remodelación de la Puerta del Sol, iniciada una década después (y ultimada en 1862); de ahí la uniformidad que hoy contemplamos en todas sus fachadas.
Sentado que el segundo edificio histórico de la Puerta del Sol son las Casas de Cordero, el primero y más relevante es la Real Casa de Correos, de finales del XVIII, concebido para servicio postal, y hoy sede autonómica. Si alguna popularidad alcanza este inmueble, más que por su arquitectura se debe al actual reloj emplazado en la torreta construida en la segunda mitad del XIX, y que albergó a otros precedentes, tan imprecisos, que despertaban las iras de los madrileños y coplillas satíricas, con este remate final: «… este reló es el espejo del gobierno que hay debajo». Fue el cabreirés de Iruela, José Rodríguez Losada, quien satisfizo las aspiraciones de los madrileños, al fabricar para ellos, gratuitamente, el reloj fidedigno que tanto ansiaban.
Desconocemos de Losada aún datos relevantes de su vida, pero no pocos de su talento en el arte de la horología. La ficción, tan divulgada, por el relato, en verso, que Zorrilla le dedicó en ‘Una repetición de Losada’, forma ya parte de su historia. Oficial del ejército español durante el Trienio Liberal, obtuvo el galardón de Caballero de la Orden de Carlos III. Hubo de exiliarse, por sus ideas liberales, y en Londres sería acogido por el Comité de Ayuda a los Emigrados; en la capital británica, en la relojería de 105 Regent Strett, encontrará trabajo, y llegará a ser el titular de tal negocio, al casarse con la viuda de su propietario. La trastienda de este negocio será lugar de encuentro y tertulia de destacados españoles, además de Zorrilla, de Ramón Cabrera o el general Prim. Su prestigio llegaría a ser reconocido en toda Europa, y la corona española lo designará como Relojero Cronometrista de la Marina. Reposa en el cementerio Kensal Green de Londres, con una inscripción en la que constan su fecha de fallecimiento, 6, marzo, 1870, y su edad, 72 años.
La poca atención institucional prestada a Losada es lacerante. El cronista astorgano, Luis Alonso Luengo, puso gran empeño en rescatar su «vida y genio», con la publicación en 1990 de ‘El reloj de la Puerta del Sol’. En la Navidad de 2014, el entonces presidente autonómico, Ignacio González, colocó una placa con su nombre, en un lugar vedado al público, y el 19 de noviembre de 2016, al cumplirse el 150º de su inauguración por Isabel II, la autonomía organizó una serie de actos en la propia Casa Real de Correos, pero sin presencia municipal. Sin embargo, Losada donó el reloj (a cuya fabricación dedicó tres años), a los vecinos de Madrid, representados en su Ayuntamiento. La Junta Vecinal de Iruela viene desarrollando una incansable labor para reconocer su valía (a la que se han unido notables leoneses), y ha solicitado el nombre de una calle en la capital para tan generoso relojero.
Si un acontecimiento congrega hoy a gran parte de españoles, es la transmisión de las campanadas navideñas del reloj de Losada. Para despedir este año, en el guion televisivo de Anne Igartiburu y Roberto Leal, constaban nombres famosos, futuros programas, pero por ninguna parte oímos, como es ‘impropia tradición’, mencionar al artífice que ha hecho posible esta celebración festiva (sí, y bien está, mentaron a su conservador, Jesús López Terrada). Mecano en 1988 cantó este sentimiento comunitario en versos como estos «Y en el reloj de antaño / como de año en año /.../. Entre gritos y pitos los españolitos / enormes, bajitos hacemos por una vez / algo a la vez».
La generosidad de este cabreirés, patriota y avanzado liberal, y la canción de Mecano ‘Un año más’ en la Puerta del Sol, son una invitación, festiva y solidaria, a la unión entre los españoles, en medio de esta turbulencia y animosidad consentida contra la nación, que cada vez más intensamente padecemos.
Las campanadas de Losada y Mecano
05/01/2019
Actualizado a
19/09/2019
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