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Las casas nuevas

26/04/2023
 Actualizado a 26/04/2023
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Mi pueblo, con varias plazas, iglesias, murallas, el palacio de los marqueses de… la biblioteca, el calabozo, el consultorio con médico y practicante, proyectaba una imagen de villa próspera con hondas raíces históricas. Las tiendas, que eran ultramarinos o almacenes de coloniales, remitían a un pasado glorioso de cuando en España no se ponía el Sol.

Con el tiempo se fueron construyendo en la periferia, una serie de viviendas que llamábamos, en contraste con los caserones del centro, ‘las casas nuevas’. Aún se aprecian en casi todos los pueblos de Castilla y hoy son muy codiciadas. Las casas nuevas eran de protección oficial y en ellas vivían familias humildes y de clase media. Salvando las distancias, lo más parecido eran las casas de Pinilla, en León, promovidas por el gobernador civil –no subdelegado, como impusieron los separatistas– Carlos Pinilla, que da nombre al barrio. Para dar fe de las características de estas viviendas, había una chapa en la fachada con el yugo y las flechas y el indicativo de vivienda social. En materia de estas viviendas lo más que han hecho estos políticos, es retirar las chapas, que tomaron como una provocación. Pero no las han rehabilitado, ni pintado, ni mejorado el acceso a las mismas, por calles estrechas y saturadas de vehículos.

También se construyeron pueblos enteros, como hicieran los Reyes Católicos con Santa Fe, en la provincia de Granada para celebrar la Reconquista, que tendría viaje de ida y vuelta.

En Zamora, cuando se produjo la trágica rotura de la presa Vega de Tera en 1959, Ribadelago fue arrasado y posteriormente reedificado, con el nombre de Ribadelago de Franco aunque, como es comprensiblepor la desmemoria histórica, ya no lleva apellido. Y ahí sigue en las tierras de Zamora, donde ni el gobierno, ni la Junta de Valladolid invierten nada de nada. Sólo aparece en los medios cuando se declara algún incendio. «Tú ¿lo vas a arreglar, tú?» como le increpó a Sánchez un paisano sanabrés. Desde entonces no ha pasado ningún presidente, ningún cuentista. Ni falta que hace. Como dijo el poeta zamorano, León Felipe: «Me sé todos los cuentos».

Otro nuevo pueblo, para instalar a los vecinos de Oliegos. Pueblo que fue anegado por el pantano de Villameca, el más antiguo de la provincia, alimentado por el río Tuerto. El éxodo los llevó a Foncastín, en Valladolid, donde se erigió una nueva localidad y se distribuyeron las parcelas. Pronto descubrieron los olegarios –de Oliegos– que las nuevas tierras eran más feraces que los roquedos de la Cepeda, aunque siempre echaron de menos los robledales y montes solitarios, donde las escobas niegan el horizonte.

Como era habitual, las puertas de las casas estaban abiertas y en verano, acaso cerradas por una colcha o persiana para que no entraran el calor o las moscas. Algo increíble en los tiempos que vivimos de delincuencia, incuria y miedo que hacen que se disparen el número de empresas y dispositivos de seguridad y vigilancia. Aunque para vigilancia, lo que es vigilancia… el casoplón de Pablo Iglesias, con una decena de guardias civiles a la puerta.

Se pudo hacer más, y bastante se hizo. En contraste la política socialista de la vivienda da como resultado especulación, empleo precario e inflación disparada, que imposibilita la emancipación de los jóvenes y la creación de familias. En consonancia con la ideología comunista del gobierno y los ayuntamientos cómplices, han tirado por el camino más fácil y económico: la ocupación que, en resumidas cuentas, es: «Lo mío es mío. Y lo tuyo, también».
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