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Laura Martínez-Belli, sobre Frida Kahlo, el arte y las heridas

15/04/2024
 Actualizado a 15/04/2024
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Estuve hablando largamente con Laura Martínez-Belli. Creo que ha sido una de las conversaciones más interesantes que he mantenido en los últimos tiempos sobre literatura. Martínez-Belli es profesora en la Escuela de Letras, lleva mucho tiempo dedicada a la enseñanza de la escritura creativa, algo que, en nuestro país, siempre ha estado alejado de los programas oficiales, o eso me parece, al menos en comparación con su abrumadora presencia en numerosas titulaciones de no pocas universidades extranjeras. 

Aunque nacida en Cataluña, Martínez-Belli es exactamente eso que se conoce como ciudadana del mundo. De madre nicaragüense (recordemos, aquí, su parentesco con la escritora Gioconda Belli), ha vivido en Panamá, en España y, sobre todo, en torno a unos veinte años en México. Allí es una autora conocida, celebrada también por la vertiginosa trayectoria de los últimos tiempos, con novelas como ‘Por si no te vuelvo a ver’, o ’El ladrón de cálices’, que alcanzó un gran éxito entre los lectores. Un cierto salto en su carrera tuvo lugar con aquella novela escrita bajo el influjo del realismo mágico, ‘Las dos vidas de Floria’, una historia borgiana de corte fantástico que, esta sí, terminó publicada en España y fue traducida en algunos lugares. 

Laura Martínez-Belli se preguntaba a menudo por qué su literatura no lograba abrirse camino definitivamente en nuestro país, siendo ella misma española. «Quizás me consideraban más bien una escritora puramente mexicana, imagino que eso era porque viví allí largo tiempo, y porque en mis novelas he tratado a menudo muchos temas fundacionales de la historia de México. Pero, como decía mi padre, lo que pasa es que ‘no siempre se sabe dónde poner el huevo’ (risas), así que, no sé, siempre he sentido que no sabían muy bien cómo etiquetarme… Puede que también influya que yo me mimetizo muy bien (más risas) en cualquier parte: cuando estoy en México, hablo todo el rato como los mexicanos. Pero esta es ya mi séptima novela. Y parece que ahora, al fin, las cosas han cambiado», reconoce.

Tras haber publicado habitualmente en Planeta de México, Martínez-Belli desembarca aquí, en Espasa, con una novela que aborda la existencia de mujeres poderosas que deben superar heridas profundas. ‘La mesa herida’ habla de Frida Kahlo, de su vida compleja y turbulenta al lado del pintor y muralista Diego Rivera, y de todo lo que pudo haber sucedido con aquel cuadro, con el mismo título de la novela, que fue fruto del dolor y la traición, que un día Kahlo donó a la Unión Soviética, y del que nada más se supo. 

«Frida Kahlo siempre me ha interesado mucho, como a tanta gente, pero es cierto que hay mucho escrito sobre ella. No quería repetir lo que ya se ha dicho, lo mucho que se ha dicho, pero de pronto se publicó una noticia, sobre la presunta aparición de este cuadro perdido durante tanto tiempo, ‘La mesa herida’, que me dio la clave para hablar de Kahlo de otra manera. Yo sabía que la palabra herida era necesaria, tenía que estar en el título. Porque eso es algo definitivo en la vida de Frida Kahlo», me dice Laura Martínez-Belli.

«La cultura mexicana es consustancial a mi vida», me recuerda. «Y es una cultura muy fuerte, muy poderosa. Yo sé que va a estar siempre ahí, es parte de mi ser, viví en México un momento en el que cualquier experiencia vital deja una gran impronta sobre una persona: de los veinte a los cuarenta años. Así que una es, en efecto, hija de todas esas influencias… México causa un impacto en mí de primer orden. Me enamoré del país. Y sentí que el país me adoptó, sin ningún problema. Eso fue lo que pasó. Frida tenía que llegar… escribí esta novela con 47 años, que es la edad con la que Frida Kahlo murió. Y quise recopilar todo lo que en esos pocos años había logrado. Y mira, Frida Kahlo reúne tantas y tantas esencias de aquel país… Mi novela también homenajea la cultura mexicana, cómo no. Esos capítulos desde ‘el más allá’, que realmente explican el culto a la muerte en aquel país, esa otra forma de mirar la muerte que se ha hecho fundamental dentro de la cultura mexicana».

Le digo que Diego Rivera es un maestro inabarcable, excesivo, con todos sus males. Pero Frida fue una mujer roca. A pesar de la enfermedad. A pesar de la fragilidad de su cuerpo, y del dolor continuo. Una mujer brújula, hasta el punto de que, como se dice en la propia novela de Martínez-Belli, cuando ella muere, Diego Rivera no sabe qué hacer. Se siente perdido y desorientado. Kahlo reúne en si misma la historia de muchas mujeres. Ella es el dolor, el sufrimiento, pero está llena de rara energía, de fascinación. Podría inspirar incluso temor. Eso le digo. «Frida está inmersa en una gran angustia vital. Es la mujer de Rivera, un titán, un monstruo del arte, del tamaño de un Picasso para Latinoamérica. Pero ella, como dices, parece una roca. Una roca contra la que se estrellan todas las olas, todas las tormentas».

Frida Kahlo pinta ‘La mesa herida’ llena de furia, tras conocer la infidelidad de Diego con su propia hermana, Cristina. Sobre esa misma mesa, que ella interpreta como el lugar de la gran traición, Kahlo ejecuta el más extraño de sus cuadros. Martínez-Belli me confiesa que su intención primera era hablar de esta mujer herida, herida de tantas formas, pero, al tiempo, se sintió seducida por el misterio del cuadro, del que no se sabrá nada a partir de su exposición en Varsovia en 1955 y del que un marchante dijo que había reaparecido en 2020. «Esto fue para mí el disparador creativo», dice. Y ahí comienza el viaje a este lado del mapa, a la Unión Soviética, y también a los países del Este, por cuyo espinazo transcurre esta narración, que transita sin cesar desde la novela histórica al ‘thriller’, o a la novela de aventuras. Aquí entra en escena otra gran mujer, herida también, atrapada en otro tipo de corsés, que son los corsés a los que obliga la historia. Olga Simonova. Envuelta en una batalla fascinante por salvar el cuadro de la destrucción. 

«Cuando vi este cuadro por primera vez, pensé: ¿qué pasaba exactamente por la cabeza de Frida en este momento? Es un cuadro casi indescifrable, extraño, muy realista, porque Kahlo de ningún modo quería parecer surrealista», me cuenta Laura Martínez-Belli. «Nunca pintó para agradar. Tampoco vivía de la pintura, aunque lo intentó. Sobre todo, después del divorcio de Diego Rivera. Frida, a pesar de la sombra alargada de su marido, estaba allí, nunca se escondía. Se viste siempre para no pasar desapercibida. Nada en su pintura es inocente, todo tiene una intención, un sentido. Frida Kahlo, con todo su misterio, sigue siendo hoy una mujer fascinante».

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