Algo más del cuarenta por ciento de los españoles no lee por ocio. No lo digo yo: lo leo en uno de esos pies (realmente no tengo ni idea de cómo se llaman) que van pasando en la pantalla de la televisión mientras la presentadora comenta una noticia que no tiene nada que ver con lo que se lee. Varios días después tengo la oportunidad de leer en la prensa de nuevo la noticia con un poco más de tranquilidad y averiguo que forma parte de un estudio que aborda hábitos de lectura y compra de libros y ha sido realizado por la Federación de Gremios de Editores de España. La verdad es que termino por hacerme un lío con tanto porcentaje y no acabo de entender muy bien lo que leo porque me pareceque, o bien los datos han sido extraídos de manera un poco aleatoria o incompleta, o yo no soy capaz de encontrar el modo de relacionarlos coherentemente unos con otros (a lo mejor es que no se puede). Como yo pertenezco al conjunto de las personas quesuelen ver la botella medio llena, y aun consciente de que lo ideal sería que todo el mundo leyese por disfrute, pienso que no está nada mal que el sesenta por ciento de los mayores de catorce años, que es la edad que se toma como punto de partida para el estudio, lea por gusto. No encuentro por ningún lado si se excluye a alguien más por alguna otra razón que no sea la edad: hay personas que no ven bien, que no pueden mantener fácilmente la atención sobre el papel, que tienen un nivel de lectura muy pobre y se cansan por el esfuerzo que les supone o que son excesivamente mayores para leer de manera continuada. A ellas añado a quienes se pasan todo el día leyendo por razón de trabajo, a los que llegan tan cansados a casa después del trabajo que lo único que quieren es dormir, a los padres que se pasan las tardes leyendo los libros de texto de sus hijos y a todos los que leen por obligación y, por consiguiente, no encuentran placer ninguno en la lectura en su tiempo de ocio. No debería parecer extraño, por ejemplo, que muchos estudiantes declinen leer cuando se les deja elegir: nuestro sistema educativo está basado en la lectura y lo leído en las seis horas diarias que se destinan como mínimo al estudio parece más que suficiente. De hecho a nadie se le ocurriría, por absurdo, ofrecerle a la cajera de un supermercado jugar con una caja registradora durante su tiempo libre. Ni a un médico uno de preguntas sobre anatomía, medicamentos o enfermedades. Pongamos que, además, todos dedicamos una hora diaria a leer los recados, tontadas o cosas interesantes que nos envían por guasap. A mí, que no concibo la vida sin lectura y me parece poco el tiempo que puedo dedicarle, me resulta de lo más normal que haya gente que no lea. Que un sesenta por ciento lo haga por gusto me parece, sinceramente, un notición.
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21/01/2018
Actualizado a
13/09/2019
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