Hacía bueno y los últimos rayos de sol caían sobre la ciudad antes de desaparecer del todo para dar paso a la noche. La convocatoria era en la plaza y hasta allí fueron a reunirse. Al llegar al punto de encuentro, las miradas se escapaban leyendo todas las pancartas mientras una de las que había ido con pintura morada se dedicaba a pintarles las caras, como si se tratara de auténticas guerreras.
No era la manifestación del Día Internacional de la Mujer, ni siquiera era marzo. Bien entrada la primavera –cambio de hora incluido– centenares de mujeres salieron a las calles para gritar ‘¡Tranquila, hermana, aquí está tu manada!’ Sucedió en abril del año 2018 cuando la Audiencia de Navarra condenaba a nueve años de cárcel a cinco hombres por un delito continuado de abusos sexuales a una joven en los sanfermines. Sin protagonistas y lejos de crispaciones. Ahí lo único que reinaba era la rabia y el asco, la vergüenza por un dictamen que sacó a relucir las deficiencias de la justicia en cuanto a la violencia de género y otros aspectos relacionados con el consentimiento que tanto se siguen cuestionando a día de hoy (y yo sigo sin entender el porqué).
El ‘Hermana, yo sí te creo’ ha sido uno de los grandes hitos del feminismo de este siglo, muy equiparable al ‘Si nosotras paramos, el mundo se para’, que reinó justo un año antes. Quizá esa época se estudie (ojalá) y recuerde como la gran respuesta conjunta contra el machismo y la lucha por una justicia social que desemboque en una convivencia definitivamente igualitaria.
Sin embargo, parece que los vientos de aquellos años de unión han traído unos lodos de antagonismo y posturas distantes que socavan el movimiento hasta encontrarse en lugares irreconciliables que muchos aprovechan para intentar hundir con un mensaje que, tristemente, cada vez llega a las generaciones que aún eran demasiado pequeñas cuando la sociedad salió a gritar ‘No es abuso, es violación’. Me gustaría pensar que, como explican Herminia y Encina –que llevan bregando en el feminismo desde que no existían derechos que ahora damos por sentado– esto es como un suflé y, ahora, el postre ya no está inflado. Pero será momentáneo.
Las feministas salieron a las calles en 1996 parafraseando a Eskorbuto y ‘Somos muchas más que cuando empezamos’ fue una de las proclamas que utilizaron en la manifestación del 8 de marzo. Ahora, casi veinte años más tarde, volverán a ocupar la vía pública de la forma que sea para seguir poniendo el cuerpo frente a la desigualdad, los abusos, los asesinatos, las brechas o la discriminación, porque el movimiento es imparable, aunque no haya quedado bien cuajado el postre.