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Las lenguas de Babel

16/03/2024
 Actualizado a 16/03/2024
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Cuenta él Génesis que aquellos habitantes del mundo quisieron tocar el cielo erigiendo la más alta de las torres, y se dijeron: «Construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. De ese modo, nos haremos famosos y evitaremos ser dispersados por toda la tierra». Pero el Señor interpretó aquel acto como una osadía y fue cuando se dijo: «Todos forman un solo pueblo y hablan un solo idioma; Será mejor que bajemos a confundir su idioma para que ya no se entiendan entre ellos mismos». Y los dispersó por toda la tierra para que dejaran de construir la ciudad. Por eso a la ciudad se le llamó Babel –palabra que deriva del hebreo baibal y significa confundir– porque fue allí donde el Señor confundió el lenguaje de todos los habitantes de la tierra y los dispersó por todo el mundo.

Y desde entonces ese mundo se hizo diverso en pluralidad de lenguas que se convirtieron en el rasgo distintivo de sus habitantes. En la riqueza de acentos que poblaban el aire de sonidos de distintos tonos y timbres. Y esas lenguas enraizaron en los territorios hermanando tierra y aire, perfumándolo de dialectos distintos que colorearon el mundo y delimitaron fronteras, a las que unos y otros habitantes se asomaban, algunas veces, para reconocerse y convivir en pluralidad. Y entonces comenzó la odisea de entenderse. Y mientras unos acometieron la empresa de luchar por imponer un idioma ‘esperanto’ que uniformara a los hablantes en un idioma común universal, otros abogaron por enriquecer el oído y expandir el intelecto invocando el don de lenguas que no a todos nos visita con la misma generosidad. 

Y los pueblos encontraron su identidad en un lengua propia, y lucharon por custodiarla con la tenacidad del que preserva su patrimonio cultural en la voz de sus ancestros que reclaman el derecho a ser recordados en su propio idioma.

Y es que cada dos semanas muere una lengua, y se calcula que a final de este siglo es probable que hayan desaparecido la mitad de las siete mil que hoy se hablan en el mundo.

En Parker, Arizona, un hombre apellidado Hill, uno de los últimos hablantes de chemehuevi, una lengua amerindia amenazada, se lamentaba de la inminente pérdida del habla de sus antepasados: «Es como un pájaro que pierde las plumas. Ves pasar una de ellas arrastrada por el viento, y adiós: otra palabra que se ha ido».

Palabras en diversas lenguas, ¡quién pudiera comprenderos a todas para poder abrazar entre sí a los pueblos y estrechar corazones!

Porque como decía Mándela: «Si hablas a un hombre en un idioma que comprenda, eso llega a su cabeza. Si hablas con él en su idioma, eso llega a su corazón», así ha sido, desde él génesis de los tiempos.

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