Javier Callado 2025

León, Aparicio y el emperador

08/08/2024
 Actualizado a 08/08/2024
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Acabo de concluir ‘El Sueño del Emperador’, la última obra del escritor Juan Pedro Aparicio. Me deja la sensación de que se empieza a divulgar una etapa de la Historia que se había relatado mal. La implosión del Reino de León fue un proceso político-militar que abarcó desde 1055 hasta 1230. Aunque Aparicio centra su novela, trufada de datos históricos, solo en la etapa de Alfonso VII (1126-1157), permite contextualizar el nacimiento del Reino de Portugal y, posteriormente, del de Castilla, que solo lo había sido nominativamente.

Este relato, aparentemente remoto, pero de plena actualidad en el fondo, ayuda a entender por qué España está configurada como es hoy, por ejemplo. También por qué el Reino de León fue progresivamente apartado del protagonismo en la Península Ibérica a causa de su precoz preferencia por las leyes, en vez de la arbitrariedad de reyes y papas. Esto no impide que la historia de un enamoramiento y de un asesinato nos tengan en vilo según avanza la trama.

La iglesia católica romana, en la que nos hemos educado la mayoría de los españoles y en cuyos principios nos reconocemos, nació en 1054. Lo hizo tras dar un portazo al resto de la iglesia cristiana, a la que se llama ortodoxa desde entonces, cosa que no nos suelen contar. Esta nueva iglesia, la católica romana, cismática, herética y belicista desarrolló un nuevo corpus doctrinal, apartado de la tradición cristina de ese momento.

El efecto más llamativo fue la reconstrucción de la ciudad de Roma, decadente y arruinada hasta ese fatídico 1054. Se logró mediante una estructura financiera piramidal, que copiaba la feudal, cuya cumbre era el papado romano. Durante los siglos siguientes el deslumbrante lujo de la sede vaticana ahondó el cisma, en contraste con la modestia de los patriarcados ortodoxos.

Para el Reino de León, aquel proceso supuso pasar de constituir un reino relativamente autónomo con intensas relaciones y hasta dependencia de la magna Córdoba, y de las grandes ciudades del norte de África y Siria, a ser un reino al servicio del Patriarca de Roma y del Sacro Imperio Romano-Germánico. La pléyade de obispos y aristócratas franceses que coparon los puestos relevantes del Reino de León desde entonces es inexplicable sin aceptar que hubo una invasión. El reino leonés llegó a sufrir cruzadas, como la que destruyó en 1196 Puente Castro, cuando el rey de León estaba excomulgado por Roma.

León sigue siendo heterodoxo, se sale de la norma. Carece de la docilidad de otros para aceptar lo inaceptable: el feudalismo de la Junta. Quizás sea un atavismo que bebe en fuentes como la que Aparicio desvela con su luminosa y amena novela.

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