A algunas personas les parece un tostón las celebraciones históricas que se suceden en la vida diaria leonesa. Es respetable, pero hay que recordar que las grandes reivindicaciones se sustentan sobre un soporte histórico.
A Sevilla le sirvió para llevarse una sede europea aeroespacial hace bien poco. Tienen uno de los cuatro primeros aeródromos militares españoles y una sede de Airbús, que llegó al Guadalquivir por la misma causa. A Euskadi y Navarra les sirvió para conservar un régimen fiscal foral, muy favorable, que los demás no tenemos. Durante la Segunda República lograron el equivalente a una autonomía. A Ferrol le sirvió para ampliar el astillero militar con una fábrica de bloques. Ferrol es lugar de construcción de buques de guerra desde los galeones de tres puentes y mucho antes.
Podríamos citar otros casos en los que las poblaciones y territorios han sabido valorizar el carácter histórico de sus reivindicaciones. En el caso de León, San Froilán es una festividad que traduce la importancia de un reino. El ayuntamiento debate con el obispado sobre la entrega de un hachón, un cirio grande, cada año. Lo que subyace es que aquí el poder civil debatió desde siempre con el poder religioso. Es la misma ceremonia, en lo conceptual, que las Cabezadas, en las que el poder civil debate con el palacio real, representado en el cabildo isidoriano desde hace siglos.
Las residencias regias medievales menudean por la provincia: Carracedo, Sahagún, Destriana, etc. Quizás nos hayamos acostumbrado a algo que en otros lugares sería extraordinario. La promulgación del Fuero de 1017 o el de 1188, fruto del primer precedente del parlamentarismo, son hechos asombrosos en la historia del mundo. En León acumulamos ‘tostones’ que, explicados a cualquiera, causan de asombro. Son los fundamentos de que León tiene una entidad histórica que la mayoría de las provincias y regiones no tienen.
La diferencia entre reivindicar esa entidad histórica, y no hacerlo es la que va de la relevancia a la irrelevancia. En la relevancia está alcanzar una personalidad política que hoy no se tiene. La institucionalidad sirve para disponer del presupuesto que corresponda. Que llegue el dinero supone que otros no lo detraigan, que vaya a prioridades propias y no a las de otros. Dedicar los recursos que corresponde a tus prioridades conlleva desarrollo económico y prosperidad para quedarse a vivir. Un territorio próspero tendrá una renta per cápita de más de 30.000 euros (de este año), que hoy queda muy lejos de la de León. Así que el reivindicar el ‘tostón’ de tu historia puede ser la diferencia que va de ganar 1200 euros a ganar 2000.