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León y los puentes

27/06/2024
 Actualizado a 27/06/2024
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Además de los puentes hacia la Autonomía Leonesa, cada vez más demandados al gobierno, la provincia de León tiene un llamativo conjunto de obras históricas singulares para cruzar los ríos: las puentes, como aquí se dice. No hay tantos en casi ninguna parte, ya que las leguas de río de León no tienen réplica en otras provincias, como el volumen hídrico medio anual que transportan las dos arterias principales: el Sil y el Esla. León es la última frontera del noroeste húmedo y cualquier nueva vía de transporte demanda un presupuesto abultado por la cantidad de puentes y viaductos a que obliga.

Si acudimos a la capital, el Puente Castro toma el nombre de esa obra que aún muestra sus pies de viguería de madera hundidos en el agua, sobre los que reposa la obra de piedra. En San Marcos nos espera otra arquería singular, calzada también con maderos. En Ponferrada, el Puente Boeza nos ayuda a entender los orígenes de su castillo y de la ciudad que después vino, con nombre de puente. No podemos olvidar otra obra grande, el Passo Honroso del Órbigo, que fuera ruta obligada para peregrinos y caballeros. Menos vistoso, pero también valioso es el puente viejo de Mansilla de las Mulas, mil veces reconstruido, que diera sentido a Lancia y a su posterior heredera, Mansilla de las Mulas. La puente de Cacabelos vio pasar a los ingleses huyendo de las tropas napoleónicas, como la de Villafranca del Bierzo, obras históricas de las que pocos se ocupan. Hay puentes vigías, como el que cruza el Valderaduey acompañado por la Ermita del Puente, que así se llama por su compañero. Hasta el Puente Canto es la obra civil más importante de Sahagún, una villa de siglos.

En Almanza, la puente está vigilada por una fortaleza de frontera,,, con Castilla. Ocho siglos después se demuestra que aquella línea defensiva tenía un sentido… y lo tiene, aunque parezca atavismo a unos pocos. Astúrica, la capital sentimental de esta tierra, tiene a sus pies la puente de San Justo, que el río es Tuerto, pero no manco. 

Dentro de este elenco patrimonial espectacular están los puentes de roblones, de hierro unido con remaches cuando la soldadura no se conocía. El puente de Vega de Infanzones, por donde pasaban las primeras máquinas de vapor, es una joya escondida. La puente del Eria, en Nogarejas, o el de Requejo, en La Bañeza, son ejemplares pintones.

Pero hay uno extraordinario, casi único: el pontón vegetal de San Esteban de Nogales, reconstruido cada primavera, que muestra lo que somos a través de lo que fuimos. Como es de obligada reconstrucción anual, el prodigio se engendra en las nupcias del pueblo con su ermita, oficiadas por San Jorge.

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