Estamos ahora en el final cercano de esta segunda reordenación de unas cuantas zonas de la ciudad (la primera fue allá por 1995, cuando bajo la concejalía de Obras y Urbanismo de Cecilio Vallejo se repavimentó Ordoño, la calle Ancha y nuestras tres estrellas de la arquitectura, Catedral, San Isidoro y San Marcos), por lo que es, quizás momento de mirar cómo está León.
Es bastante normal en este país pensar, y hablar, de que lo nuestro está mal, siempre peor que lo de los demás.
Caminamos por la ciudad, la nuestra en este caso, viendo poco y mayormente lo malo, corre que te corre para llegar a cualquier parte sin realmente fijarnos, de verdad, en lo que hay alrededor.
Así que… todo está fatal. Y aquí también.
Pero no me resisto a contar dos experiencias personales, de hace unos años.
La primera fue en la visita de un compañero de Palencia. Después de dar una vuelta y tomar unos vinitos (por supuesto), no paraba de decirme: hay que ver, que diferencia con Palencia, todo tal luminoso, tan abierto, y que edificios, variados es un placer pasear por aquí. Me puse entonces a mirar alrededor y le comenté: pero hombre si Palencia tiene un montón de edificios estupendos. Nada, nada, me respondió, no tienes ni idea.
La otra fue un poco más compleja. Hace un buen montón de años, así como a las diez de la mañana recibo una llamada del Colegio de Arquitectos, del que entonces era tesorero. «Ven corriendo, que acaban de avisar desde el Hostal que un grupo de arquitectos daneses que han venido a ver la Catedral, San Isidoro y el Hostal quieren conocer el Colegio de Arquitectos. Hemos avisado a Felipe Moreno que habla inglés para que haga de introductor, así que, ven volando». Y volando fui.
Preparamos la recepción, la directiva que se pudo reunir sobre la marcha y un vino español para el final que, recuerdo, sirvió el Novelty (o sea, que hace bastantes años).
Aparte de que una vez llegaron, comprobamos que creían que venían a ver una Escuela de Arquitectura, pues, por esas cosas de la traducción al inglés habían interpretado «Colegio» como «School», cuando en realidad se tratada de una organización profesional. Un pequeño chasco inicial.
Por suerte, como tampoco tenían ni idea de que era esto de los Colegios Profesionales, pues en Dinamarca eso no existe, cuando les explicamos de qué se trataba y que teníamos en esa organización compañía de seguros, mutualidad social y banco propios, quedaron así como bastante impresionados, además de encantados de conocer algo que no imaginaban.
Eso no fue obstáculo para que comentáramos la ciudad y, por supuesto, las nuestros tres grandes edificios.
Y fue al final, en ese momento de agradecimientos por la visita y el recibimiento, cuando el que hacía de jefe del grupo punto nos dijo que «ustedes no se dan cuenta, pero su ciudad, y en realidad las de este país, tienen un sello muy especial, porque ustedes son realmente escultores de sus edificios, que son movidos, variados, con volúmenes, luces y sombras».
Menudo subidón. Y es verdad que, a veces, los árboles no te dejan ver el bosque, pues, mirando para el norte (de Europa, claro), en efecto, sus edificios son más bien planos, muy coloridos por aquello del escaso sol que tienen, pero planos.
Y es que, como dije al principio, vamos corriendo, mirando sin ver. Y hay mucho que ver. Más de lo que creemos.
No hay más que ver, por ejemplo, la labor de Ovidio Prieto, que todas las semanas, desde hace muchos meses, nos pone delante un edifico que, muchas veces, mea culpa, ni me había dado cuenta de que estaba allí.
Arquitectura diaria, que hace ciudad. Edificios siempre con alguna característica, con alguna historia. Un auténtico catálogo de arquitectura, que se amplía cada semana.
Y que dure mucho, cosa segura si, como él mismo ha comentado, tiene en cartera algo así como 500 edificios.
Así que, cuando alguien hace un comentario como el del arquitecto danés (que quizás hasta se pasó un poco, animado por el buen vino y mejor jamón del vino español final de la visita), hasta nos asombramos, posiblemente porque esta ciudad tiene tres edificios tan potentes que es de lo único que hablamos con aquellos que nos visitan o nos van a visitar, olvidándonos de otros muchos, también significados, y muchísimos más anónimos, y que son los hacen nuestra ciudad.
Hay que mirar para arriba, y seguro que alguna sorpresa nos damos, porque hay mucho que ver, y León, desde luego, no está nada mal.