07/06/2020
 Actualizado a 07/06/2020
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Las vidas importan sean de quien sean, pero, por desgracia, hay unas que corren más peligro que otras. Las protestas sucedidas, principalmente en Estados Unidos, por el asesinato, que no muerte, de George Floyd son el resultado de un constante racismo en este país. Sin embargo, el Estado liderado por el valeroso Donald Trump, que no duda en meterse en un búnker a la primera de cambio, no es el único lugar del mundo en el que el racismo está presente.

El racismo, como cualquier otra forma de violencia, no tiene por qué llegar al extremo de matar directamente a una persona, como ha ocurrido con George Floyd, sino que se ejerce de múltiples maneras. Muchos de los que se echan las manos a la cabeza con este asesinato son los mismos que prefieren dejar morir a personas en el Mediterráneo en vez de proporcionarles asilo. Sé que los procesos de acogida no son sencillos y que debería ser un compromiso de toda Europa, no solo de los países del sur, pero no se puede dejar que cientos de personas mueran en el mar.

Asimismo, de nada sirve hacer un activismo en redes sociales publicando una imagen negra o una frase motivadora que haga referencia a la necesidad de parar el racismo si eso no se traduce en los actos del día a día. Todos, absolutamente todos, hemos tenido y seguimos teniendo comportamientos racistas, así como machistas u homofóbicos, pero lo importante es tomar conciencia de ellos, reconocerlos y cambiarlos. La deconstrucción no es un proceso de un día ni supone una mínimas modificaciones, sino que implica entender y concienciarse ya no solo de comportamientos o expresiones, sino de todo un sistema.

Si queremos acabar con cualquier forma de violencia, es necesario entender los privilegios que la perpetúan y hemos de cambiar todos aquellos comportamientos que se repiten día a día. Ni el sexo, ni la religión, ni la procedencia, ni el color de piel, entre otras características demográficas, justifican una opresión, que ha llegado al extremo de causar muertes sin remordimiento alguno, de unos a otros. Sin duda alguna, todas las vidas importan, pero no se puede permitir que los privilegios y la opresión de unas acaben con otras.
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