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La libertad indefensa

17/06/2024
 Actualizado a 17/06/2024
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Mucho se habla de la libertad. El género humano la considera uno de sus grandes logros. Pero ella ha sido la causa de la mayoría de las muertes. Después de los dioses, ha sido el mayor mito. Después de la supervivencia. En su nombre han brindado las más esclarecidas mentes. Y una de las naciones más afamadas, Francia, la lleva en su enseña, junto con la igualdad y la fraternidad. Muchos han sido los autores importantes que dejaron su opinión acerca de ella. Y, sin embargo, se trata de un bien al alcance de muy pocos. La libertad personal, la de cada cual, a pensar y actuar como nos de la gana, sin temor a represalia alguna, es solo un cuento. Y es que, como nos recuerda el griego Theodor Kallifatides, en su ‘El arado y la espada’: «Una libertad desarmada no es libertad ninguna».

Como no lo es un amor desarmado; ni un sueño; ni siquiera una mentira desarmada, como la del «fango» de Pedro Sánchez. Podríamos aducir aquí textos y textos, debidos a las más claras mentes que haya habido en el mundo; pero la verdad seguiría siendo que lo peor de lo peor que puede sucederle a un ser humano es quedar completamente desarmado ante la vida. ¿Y, cómo puede sucedernos eso? Pues, sencillamente, encontrándonos con unas fuerzas poderosas y comunes; como la estulticia, la maldad y la ignorancia, los principios basados en creencias desprovistas de razón y humanidad, la envidia, el rencor, los celos, el descuido... 

¡Casi nada! El mayor bien y el menos custodiado, la libertad, empieza con el primer lloro, nada más nacer, y concluye con el primer azote que nos propicia nuestra madre. Luego, a lo largo de la infancia se diluye en la enseñanza religiosa y los modales que nos impone la sociedad en la que la fortuna nos deja desamparados. Algunos la consiguen recobrar más adelante y es en la juventud cuando más libres nos llegamos a sentir, pero recaer muy pronto en las primeras luces de la necesidad diaria. Algunos individuos, en la vejez, la vuelven a recuperar; pero es ya tarde. No se ha armado lo suficiente. No han madurado lo bastante como para no dejar de acudir a las urnas cuando políticos de tres al cuarto os reclaman y tratan de engatusarlos valiéndose de inventos que son engaños. Ahora en España toca «el fango» ¿Y qué es el fango? Pues todo aquello que hacen y dicen quienes no piensan como el que manda.

‘Alomejor’, acaso, sea que en realidad somos, como los de nuestro Luis Mateo, «personajes perdedores, solitarios y extraviados».

 

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