No he venido a hablar de mi libro, válgame la entrevista que se publica hoy en otras páginas. Pero he de recoger el guante blanco con que el director de este periódico y primer culpable de aquel, mi amigo y compadre David Rubio, me encomiaba hace una semana con tal exageración que el sonrojo aún me dura.
No me extraña que David esté tan orgulloso de la colección ‘Los libros de La Nueva Crónica’. Muchos diarios tienen (o tenían) por costumbre la entrega ligada al periódico de publicaciones librescas, en fascículos o ediciones a menudo precarias, y suelen (o solían) coleccionarse rutinarias obras maestras, con ediciones quebradizas de Kafka o La Celestina o los consabidos refritos y medio horneados. No sucede así, antes al contrario, con esta colección que se sostiene en el mismo espíritu que fundamenta el periódico: una moderada y firme dedicación a lo propio entendido como ámbito de noticias veraces, de sucesos subrayables, de opiniones contrapuestas, de trabajo ímprobo pero cabal, sin estridencias ni fuegos de artificio. Así la colección: más de una treintena de títulos, del senderismo a la literatura, del cómic a la fotografía, con autores y temas de aquí, del lugar en que se hace el periódico y sobre aquellos para quienes se hace. Conforman un catálogo ambicioso y propio de empresas editoriales habitualmente amparadas por las administraciones, no por un medio de comunicación privado, aunque en algún caso particular, como este, el Ayuntamiento de León comparta merecimientos.
Publicar un libro en estos tiempos no es, como se suele afirmar, un acto de resistencia o de romanticismo que, a veces, también. Gracias a las facilidades de la impresión digital y a unas herramientas informáticas que permiten a cualquiera creerse editor y desenvuelto maquetador, todo el mundo parece dispuesto, deseoso y capaz de publicar uno. Lo del árbol y el hijo se antoja más complicado: hay que regar y criar. Publicar un libro se ha convertido en ciertos círculos en una especie de obligación, vitola, rito de paso o Bar Mitzvá de cercanías. Lo que realmente tiene un mérito fuera de lo común y de toda duda es publicar una colección, entendida esta como un empeño seriado y serio a largo plazo, el sostenimiento de una línea editorial encarnada en ejemplares con periodicidad fiable y guiados por una temática o un criterio declarados: un manifiesto y una voluntad mantenidos en el tiempo. Como ocurre con el propósito de este dignísimo periódico que me honra ahora, desde el próximo domingo, con formar parte de esa colección. Gracias, compañeros; gracias, lectores. Otro día hablaré (más) de mi libro. Concretamente este miércoles 17 a las 19:30 en el palacio del Conde Luna. Están ustedes invitados.