Listas incompletas
04/02/2018
Actualizado a
17/09/2019
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Cuando yo era niña, en la escuela se aprendía de memoria (igual que ahora), la lista de los planetas ordenados según su proximidad al Sol: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón. No recuerdo que nadie me explicara entonces nada interesante sobre ellos, salvo en el caso de Saturno y sus anillos, que ya había podido observar Galileo gracias al telescopio. De la lista se pasaba directamente a la Luna y sus fases e inmediatamente después a los eclipses, asunto que a mi mente poco científica le costaba bastante comprender. He sobrevivido desde la niñez con esos mínimos conocimientos del Universo, a los que apenas se han sumado los nombres de algunas constelaciones que lucen espléndidas sobre todo en las noches de verano. Por una u otra razón, contemplar el cielo nocturno me sigue proporcionando una sensación de indescriptible asombro y felicidad. Ser capaz de señalar una nueva (para mí) estrella en el cielo me continúa pareciendo un logro fantástico digno de celebrar y descubrir la hermosura de Venus y sus fases me dejó en su momento, simple y llanamente, sin palabras. Comprobar la intrínseca relación entre la música y la astronomía es algo tan sorprendente como aprender que se puede descubrir un planeta con un lapicero (y las matemáticas). Y saber que se empieza a hablar en voz alta del silencioso pero importante papel que las mujeres han jugado en la astronomía me hace sentirme directamente orgullosa de personas Caroline Herschel, Williamina Fleming, Annie Cannon, Antonia Maury, Henrietta Swan Leavitt y a saber cuántas otras que aún permanecen en el anonimato. Pronto se cumplirán 88 años del descubrimiento de Plutón por parte de astrónomo norteamericano Clyde William Tombaugh, un planeta al que se seguía la pista desde los primeros años del siglo XX y que incluso había sido fotografiado sin que nadie se diese cuenta. Lo descubrió en muy poco tiempo, solamente un año, y, sorprendentemente, no fue él quien le puso nombre: Venetia Burney, una niña de once años, sugirió el de Plutón que compitió (y ganó) con los de Minerva y Cronos. Tombaugh hacía casi una década que había muerto cuando su planeta fue destronado, reducido a la nueva categoría de planeta enano. Sus cenizas viajan en la misión New Horizons, gracias a la cual tenemos unas preciosas fotografías del gélido Plutón (al dios le debemos, aunque indirectamente, el invierno) y su luna Caronte. A Venetia Burney le hubiese gustado que continuase siendo un planeta a secas. Y a mí me sigue costando mucho apear Plutón de la lista de mi infancia.
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