22/06/2023
 Actualizado a 22/06/2023
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Mi padre era un tipo duro o por lo menos tenía la pinta de un tipo duro, como el John Wayne de las películas. Mis amigos del pueblo hacían todo lo posible por no ir a llamarme a casa, no fuese que saliese él a abrir la puerta con la cara de diario, esa que les daba miedo. Además, tenía dos brazos que parecían estacas de roble y un pecho al que sólo le valía la talla XXL de cualquier prenda. Mi padre daba miedo..., pero era un Juanón. Sólo tenía un defecto: trataba mejor a los amigos que a la familia, dónde no solía dejar pasar ni una. Todo esto sucedió hasta que vino al mundo mi hijo mayor y, entonces, se produjo una metamorfosis en él que ya hubiera querido describirla Kafka en cualquiera de sus maravillosos libros. Cuando nació el ‘Pitu’ mudó el semblante y se reía con cualquier tontería que hiciese. A mi padre sólo lo vi llorar una vez en su vida: el día que atentaron en Madrid contra los diputados de la extinta HB, hoy Bildu, y resultó herido de mucha gravedad un colega suyo del colegio, alcalde de Vergara y en los primeros años de los cincuenta campeón del País Vasco de los mil quinientos metros lisos: José Luis Elkoro. El caso es que mi padre se tenía por “liberal” y no comulgaba, precisamente, con los ideales de los independentistas vascos. Sin embargo, lloró como llora un niño que ha recibido una paliza o al que le han quitado el bocadillos en el recreo. El propio de HB era su amigo y punto; daba igual lo que pensase o lo que anhelase. Un amigo es un amigo en cualquier circunstancia, aún en la más lejana ideológicamente.

Bueno, la verdad es que miento: también lloraba, y mucho, cuando veía alguna de sus películas favoritas en la televisión. Tenía mucha suerte, porque esas películas son tan populares que las reponen cada dos por tres: ‘El hombre tranquilo’, ‘Río rojo’, ‘La diligencia’, ‘Centauros del desierto’, ‘Capitanes intrépidos’..., la lista resulta interminable. Cuando las veía y la trama alcanzaba su punto más álgido, ahí tenías al ‘Pipi’, llorando como una Magdalena. Pero esas lágrimas, cree uno, no contaban, porque eran provocadas por emociones, no por las alegrías o las desgracias, que inevitablemente, nos regala la vida. Digamos que era lágrimas «por lo civil», no por «lo criminal», que es, realmente, lo que nos impone la existencia. Si mi pobre padre viviera, estaría un punto acojonado con lo que está pasando en el país; y no es que a él le importase gran cosa España, porque tenía la idea que lo más importante es lo sucede en el pueblo o en ciudad donde vives, porque, seamos sinceros, es lo que nos afecta.

Observar lo que sucedió el pasado sábado en cientos de ayuntamientos de toda España tiene que llevar, sin duda, al asombro. Gente antagónica en cuanto ideología, votando lo mismo para poder tocar pelo es que es de acojonar. Qué en Gradefes, el pueblo de mi señora madre, boten juntos el Psoe y Vox es asombroso y no tiene una explicación cabal. Lo mismo que en Gradefes, en cientos de pueblos de toda la geografía nacional, se han repetido animaladas semejantes. Uno cree que en estos casos, los concejales votan en «contra de», no a «favor de». Si no puedes ni ver, personalmente hablando, al tipo de Pp, votas al favor del otro con tal de joderlo, aunque esté en las antípodas de lo que tú piensas. Y te quedas tan ancho.

Bueno, bien pensado, no sé porqué me asombro: cuando vais a introducir la papela en la urna, en la mayoría de las ocasiones lo hacéis pensando en hacerlo «en contra de» alguien que te cae mal, que te parece un mamón, un ladrón, un dictador, un sabelotodo. El próximo 23 de julio, pesará más en vuestra decisión la antipatía hacía el «otro» que la simpatía hacía «el nuestro». Como ejemplo esclarecedor, no hay más que ver lo que pasa en Madrid. ¿O es que creéis que la mayoría de los madrileños son estúpidos, analfabetos, misóginos, racistas o tontos del culo? ¡Hombre!, uno conoce a muchos y no, no lo son. Lo que sucede es que votan «en contra de los otros», que, en caso de la capital de la nación y su comunidad, no dan pie con bola desde hace décadas. Si vamos a otro ejemplo de manual, si el candidato del Pp no abriese la bocona en toda la campaña, ganaría por mayoría absoluta; estoy convencido de ello. ¿Por qué creo esto? Pues muy fácil: el Psoe de Sánchez es un cúmulo de contradicciones y eso es muy difícil de digerir por parte de la mayoría de la gente. No puedes estar en misa y, a la vez, repicando las campanas. Y él lo están siempre.

Uno, que también cree que es más rojo y negro que Bakunin, se hace cruces al ver como esa gente es capaz de aplaudir la guerra en Serbia y en Ucrania, incluso provocarlas; se hace cruces al ver que un día están a partir un piñón con los sindicatos y al siguiente comen de la mano de lo que dice la patronal. Hasta son capaces de hacer camas redondas con los dos y con la luz apagada...

Las democracias consolidadas se escoran siempre a la izquierda, es una ley natural, como la de la gravedad; menos aquí: aquí son capaces de dar argumentos al contrario, tanto que, con su actuación, dan vida a gente como los de Vox, que ya les vale. Si mi pobre padre viviese, lloraría, esta vez «por lo criminal». Salud y anarquía.
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