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Los bares, qué lugares

07/11/2020
 Actualizado a 07/11/2020
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Ayer se dio el pistoletazo de salida a una de las medidas, en mi opinión, más injustas, bajo el amparo del bien común.

Unos políticos, gestores de la cosa pública, porque de lo privado poco se les conoce, decidieron en sanedrín y sin despeinarse, cerrar la hostelería, los gimnasios y los centros comerciales, además de prohibir las visitas a las residencias de ancianos, entre otras cosas.

Seguro que ustedes ya saben que en una empresa cuando alguien la caga o no cumple los objetivos fijados, la sombra de la maquinilla y el olor a Floid está presente. Para ganar lo que gana un político de medio pelo, hay que ser un auténtico crack en la empresa privada, donde existen objetivos y variables y donde no hay ni mancomunidades ni empresas participadas.

Dicen los opinadores de primera línea que este nuevo confinamiento ‘emboscado’ es porque la política ha fracasado y las medidas han sido nulas. Pues bien, como guinda, sus creadores, los que han suspendido pero a los que nadie les ha recortado el sueldo, tienen los arrestos de prohibirte ir a ver a tu madre a la residencia o que cientos de conciudadanos no puedan trabajar en sus bares.

Lo he dicho muchas veces, mis abuelos tuvieron un bar en la calle Renueva, La Perla Vasca, y me siento muy cerca de la hostelería. Me pongo en la piel de Sares y Honorina e intento imaginarme como capearían esta situación, cómo afrontarían los gastos, la renta y lo más importante, cómo interpretarían esta medida tan desproporcionada, cuando todo es un sinsentido.

Se supone que la mayoría de los contagios vienen de las reuniones familiares. ¿Qué pintan ahí los bares? Decía el gran Carlos Alsina que esta medida quizá se haya tomado porque es más fácil cerrar todo un gremio, que poner un guarda jurado en cada casa, para que no permita la entrada a más de seis personas.

Demonizar y señalar a la hostelería como el malo del cuento es muy fácil desde una atalaya política que además te asegura unas cuantas primeras planas. Pero a estas alturas de la película ya tenemos claro que ni ellos mismos saben lo que va a funcionar, y no hacen más que dar bandazos.

Los bares volverán a abrir sus puertas reinventándose para poder sobrevivir, aunque quizá muchos de ellos no lo consigan, pero que no les quepa la menor duda de que sus liquidadores, nuestros amados líderes, volverán a ellos para que les guarden la mesa fetén en las fechas señaladas o para hacerse una fotografía de campaña con un botellín en la mano.
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