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Lucha en Sampiro

07/04/2024
 Actualizado a 07/04/2024
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España lleva pariendo cachorros campeones en artes marciales de nivel olímpico varias décadas. El último gran logro anotado es la consecución del título de Campeón Mundial de peso pluma de artes marciales mixtas (o MMA) del ya nacionalizado español Ilia Topuria en UFC, evento menos mitológico que los Juegos aunque igualmente pseudo-bélico y transnacional y multitudinario. Tanto, que a aquel circuito se puede atribuir el incremento exponencial en la aparición de salas de entrenamiento de combate ocurrida en los últimos años en España, dicen por ahí. 

En León, aunque hay gimnasios del ramo con tradición diseminados por toda la ciudad, hay un cruce que a día de hoy puede ser considerado el kilómetro cero de las artes marciales. Es el entorno de las calles Sampiro y Juan de Badajoz. Allí funcionan el Victoria Fight Club, el León Fight Club, el Karate Club León y el Centro Balam dedicado al Taekwondo en la calle Colón. Cobré conciencia fortuitamente el otro día, no porque me quisiera iniciar como administrador (ni mucho menos encajador) de golpes sino camino de una jugosa ración de patatas (picantes, sí).

Empezó en la Edad Media y el fenómeno sigue vigente hoy, la agrupación gremial sigue funcionando. Y ahora quizá hasta sumen el lobbismo a su gestión negocial. Aunque habrá quien diga que nada tienen que ver las MMA con el kárate y el taekwondo, deportes antiguos y nobles donde la violencia de los golpes en competición rara vez llega a deformar al contrincante. Dirán los aficionados de las artes marciales clásicas que no quieran que los asimilen a los de MMA que estas se parecen más al boxeo por ese lado y también en la parafernalia que las rodea, por no hablar de los pastizales que mueven en apuestas, lo que efectivamente degrada su imagen. Parte de razón hay en esa objeción, a lo que se suma además la baja proliferación (hasta el momento) de campeones de España en cualquier peso por todos lados como sucedía con las artes marciales clásicas, que el más tonto tenía un primo medallista.

La prueba del algodón sería verificar si los chavales que entrenan en los Fight Clubs salen de sus sesiones recién duchados tocados con las capuchas de las sudaderas y sus bolsas de viaje al hombro, “Rocky way”. En lo que no hay diferencia alguna entre unas artes y otras es en el respeto que imponen sus maestros. Los paleros lo saben bien, ni uno asoma por ese cruce de calles al caer la noche, porque en una tentativa mal calculada acaban con el morro caliente fijo.

 

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