Para muchas personas, el mes de febrero representa a la perfección el concepto de «empezar a ver la luz al final del túnel». Después de un mes de enero que parecía ser interminable, con sus días cortos, con sus noches largas, y con un sinfín de obstáculos económicos que siempre suelen aparecer asociados al primer mes del año, en febrero las cosas ya comienzan a verse de otra manera. Ya no anochece a las seis de la tarde, y cada día que pasa, vamos dando un paso más hacia la primavera. O visto de otra forma, quizás sea ella la que poco a poco viene caminando hacia nosotros, permitiéndonos ya empezar a percibir ese halo de optimismo que trae consigo.
Por esta razón, febrero es un mes perfecto para que comencemos a tomarnos en serio la cuestión del autocuidado, del cual ya he hablado anteriormente, destacando su gran importancia y su enorme impacto positivo sobre la salud mental y sobre la calidad de vida de quienes lo practican. Este autocuidado puede llevarse a cabo a través de numerosas actividades simples y cotidianas, como dar un paseo, escuchar música, darse un baño relajante, o todo aquello que implique «darse un capricho» o simplemente «hacer algo por y para uno mismo». Como en su momento ya mencioné multitud de ejemplos de este tipo, en las siguientes líneas voy a describir, de manera más detallada, un posible ejercicio que podemos realizar para acercarnos un poco más a este objetivo de «autocuidarnos».
Lo primero que debemos hacer, es situarnos en un lugar donde nos encontremos cómodos, con una luz tenue, sin ruido, sin nadie que nos moleste, y donde podamos relajarnos. Ponemos una música bajita de fondo, que nos evoque sensaciones positivas, y encendemos una vela (o utilizamos algún tipo de ambientador), que desprenda un aroma que nos resulte agradable. Aquí, el objetivo es conseguir crear una atmósfera que sea lo más favorable posible para nosotros y que, durante un rato, podamos sentirnos «completamente en paz».
Una vez que nos encontremos relajados, comenzamos a pensar en nuestros objetivos y en nuestras metas, en lo que realmente queremos y en cómo podemos llegar a ello. Sin presiones y sin interferencias. Imaginamos cómo nos gustaría vernos a nosotros mismos dentro de un determinado tiempo, y planteamos los pasos que vamos a seguir para llegar hasta ese objetivo. Se trata de construir y de visualizar nuestras metas de la forma más tranquila posible, con un bajo nivel de ansiedad que nos permita pensar de forma pausada, con calma, sin agobio y sin presión. Los elementos positivos del entorno (una música relajante, un olor agradable, un nivel de luz adecuado…), favorecerán el hecho de que podamos pensar en nuestro futuro y en nuestros propósitos, de una manera más optimista y más positiva, liberándonos así del estrés y de los pensamientos y sentimientos negativos que en muchas ocasiones acompañan a este tipo de situaciones.
Este ejercicio es tan solo un ejemplo de la gran variedad de casos, más simples o más complejos, en los que podemos poner en práctica el autocuidado. Cualquier momento es bueno para empezar, pero considero que, aprovechando que en el mes de febrero es cuando se comienza a vislumbrar esa luz al final del oscuro túnel, ahora mismo nos encontramos ante una excelente oportunidad. Además, el Carnaval, el Día de los Enamorados, o el comienzo de la cuenta atrás para la llegada de la Semana Santa (que cada cual escoja la opción o las opciones que más le gusten), pueden añadir una dosis extra de motivación, que nos ayude a «ir a por todas» y a continuar trabajando en el cuidado de nuestra salud mental y en la mejora de nuestro bienestar psicológico.