Somos madera de chopo. No de negrillo, ni de roble. No de nogal. Los leoneses estamos hechos para resistir el peso de la nieve, para lo que es preciso saber ceder sin quebrarse. Aunque la historia nos este llevando cuesta abajo hasta convertirnos en «palets». Pare que repunta el precio de la madera de chopo. Menos mal. Antiguamente las riberas de los ríos eran choperas, pero no las vegas ni las tierras de labor. Las llamaban alamedas, igual que los cantares antiguos. «A la alameda ya no voy más, a la alameda a pasear, a la alameda ya no voy más, que no me quiero enamorar». Hoy, tan solo quedan los tocones cortados y las raíces con tallos renacidos. Hoy las riveras son sotos, a veces con piscinas, paseos y columpios, un pequeño bar, un apisonado para jugar a los bolos y hasta un recinto para «corro» de la lucha leonesa.
Antiguamente de los chopos se cortaban ramas tiernas y se hacían «fejes» para las ovejas y largos troncos para las vigas de las casas (porque, a base de ceder, aguantan mejor el peso de la nieve). Hoy parece ser que casi todos van a «palets». Pero lo que es evidente es que, poco a poco, van sustituyendo a la hierba de las vegas y hasta a las remolachas, las patatas y las legumbres. Valles enteros de la ribera que antes se veían repletos de ganado, hoy lucen largas hileras de chopos esqueléticos.
Pero el precio de la madera de chopo repunta en León De Benamariel, de Roderos, de Palanquinos. A 103 euros el metro cúbico. Hasta hay una asociación (ASFOLE) que se ocupa de ello. Nos hemos convertido en palets, en soporte para las mercancías que vienen de fuera y n sabemos donde van.
«Los chopos de la alameda, unidos de siete en siete, no tienen tanta firmeza, como yo para quererte». Perdone el lector que este cronista añore las choperas ( los cantares); pero es que para los poetas eso de los «palets» no tiene encanto ninguno, y menos si comparan los rebaños de ovejas, vacas y sus terneros, y yeguas y sus potrillos de mirada tan tierna. Las alamedas fueron protagonistas de los libros que hablaban del amor eterno y natural.
Se acabarían las vigas soportadoras de la nieve y vendrían los «palets» y nosotros (como dice Tolstoy en ‘La muerte de Iván Ilich’) «nos entregaríamos a la sensualidad y la soberbia, y por último, como en las clases altas, al liberalismo», ‘Los 7 libros de la Diana (1559)’ o ‘La Diana enamorada (1591)’ los leemos hoy sentados en unos «palets».