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Malententidos

21/07/2024
 Actualizado a 21/07/2024
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Es maravilloso ver la adquisición o desarrollo (hay para todos, funcionalistas y generativistas míos) del lenguaje. Nos desarman algunos seres parlanchines cuando rondando los dos años empiezan a utilizar formas verbales, la más útil de todas el imperativo seguido de vocativo (o sea: orden directa). Por eso, por ese comienzo tan prometedor uno se siente decepcionado cuando advierte que adultos de toda extracción socioeconómica y todo nivel educativo no conseguimos entendernos con precisión. Todo son malentendidos, ¡hostia!, es increíble. No me refiero a problemas de recepción por interferencias o ruido en el canal de transmisión, volumen demasiado bajo, en exceso elevado, falta de luz ni rollo no me chilles que no te veo. Me refiero a que si digo «no saldrá blanco si no lo lavas a 40 grados» y tú entiendes «azul oscuro casi negro» en un entorno facilitador de la inteligibilidad, algo pasa. 

En el discurso continuo de las redes sociales, en el que el 99% de las ocasiones el lenguaje no mueve a la acción, no hay problema (y aun así han surgido métodos de desambiguación, los malentendidos de whatsapp se alivian con los emoticonos; si en redes sociales no se pilla la ironía, pues se lanza un ¡aviso de ironía). Lo malo del mundo malentendido es que estos nos llevan a hacer cosas y tomar decisiones desacertadas. En la mayoría de las ocasiones porque se repiten tareas ya completadas con la consecuente pérdida de tiempo y esfuerzo, y en las menos porque se dejan de dar pasos que son necesarios para la consecución de una meta laboral, social o pedagógica. El peor de los casos, el extremo, podríamos situarlo en el momento en que entender las cosas exactamente del revés lleva a hacerlas tan rematadamente mal que no tienen remedio. Y luego no vienen precisamente las tomaduras de pelo del maestro entrañable que te soltaba que el «es que» y el «pensé que» eran primos del «tonteque». Lo que viene luego es el informe negativo y el pago de la consecuencias, a veces trágicas. Los llantos menos figurados.

Hay todo un género cinematográfico dedicado a explotar los malentendidos, comedia de enredo se llama. Y muchas veces en sus películas se incluye un personaje que intenta desenredar la madeja infructuosamente, en el que yo me veo reflejado cuando me pongo en modo supertacañón. ¿Que cómo hago? Pues por ir contracorriente, en estos tiempos en que la máquina copia al humano, copio a la máquina. Hablo como un robot y finiquito todos mis intercambios verbales de relevancia con una pregunta de respuesta monosilábica. ¿Está seguro de que desea apagar la sesión? Y me curo en salud, que el tiempo vuela. 

 

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