13/04/2024
 Actualizado a 13/04/2024
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Hay muchas maneras de vivir nuestra Semana Santa, diría que tantas como leoneses. Además de la participación en los actos religiosos y profanos que todos conocemos, cada uno de nosotros tenemos nuestros pequeños rituales, nuestras particulares costumbres, personales, familiares o con amigos, con las que cumplimos a rajatabla. Ese rincón desde el que te gusta ver caminar cada año determinado paso, o el primer brindis de limonada que celebras siempre en el mismo bar con determinado amigo que viene de lejos, hay miles de ejemplos.

Tengo prójimos que ven todas y cada una de las procesiones, o que presencian la Semana Santa entera a través del visor de una cámara, y otros que no ven ninguna porque pujan –o se dejan el labio en la corneta– cada uno de los siete días. Conozco gente que lo vive desde la piedad más intensa, que literalmente lava los pies de sus hermanos en la tarde del Jueves y espiritualmente comparte la crucifixión el Viernes Santo, y a otros para lo que no representa nada más que una conexión con sus raíces culturales y familiares. Muchos, por desgracia, viven la Pasión desde una cama en el hospital, o en mitad de un duelo o de una ruptura, mientras para otros tantos no es más que una prolongada fiesta. Incluso huir de todo esto encerrándose en casa o yéndose a esquiar o a disfrutar de la playa son formas muy respetables de pasar esta época de año.

Sólo hay un modo de vivir la Semana Santa que me cuesta entender y me produce verdadera tristeza: la de quien, escondido en el anonimato, dedica horas y días enteros a deslucir el trabajo de los demás en las redes sociales. Por raro que parezca hay más de un perfil en León exclusivamente destinado a ello, hasta podría decirse que se hacen la competencia. Se esfuerzan por encontrar una errata en las guías de procesiones, o por conseguir la foto de un hermano incorrectamente uniformado, o unos segundos de vídeo que recojan algún traspiés procesional.

Sé que de todo tiene que haber, pero me resulta incomprensible el disfrute que pueden obtener de echar por tierra el trabajo de los demás, la increíble ceguera que les impide ver la poesía que hay en las equivocaciones de quienes han puesto su esfuerzo y su ilusión en nuestra Semana Santa. Pobres, que Dios les bendiga.

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