«Te crees muy macho, y no eres más que un ruin mamarracho. Con esas pintas de macarra barato, con ese porte de fantoche acabado. Trasnochado»…, así comenzaba ‘Quiero’, una de las historias del álbum ‘Manhattan’ que desgranaban el pasado domingo en la plaza de La Robla, con motivo de las fiestas patronales y a ritmo del potente rasgado de sus guitarras eléctricas, los componentes de Café Quijano.
Mientras, era inevitable detenerse en todas aquellas personas congregadas en torno a la algarabía melódica. Gentes diversas de vidas dispares. Parejas variopintas, ancianos de convivencia longeva, jóvenes de amor recién estrenado, familias de apariencia compacta, algunos novios abrazados. Él rodeándola con sus brazos abarcantes, ¿amorosos o posesivos?.
Multitud de rostros, algunos embelesados en la contemplación de los músicos que cuajaban el escenario de dinamismo entre sones e imágenes impactantes proyectadas desde una pantalla gigante. Metales, cuerdas, percusión congregados para remover conciencias. El duro mensaje de denuncia inundaba la plaza.
«Cómo te atreves a levantar la mano a las mujeres, ser más miserable no se puede. La cobardía es eso que tú tienes. ¡Cobarde!» ¿Habría algún hombre con ese perfil? Rostros sonrientes y serenos, relajados, algunos serios, con un rictus de cansancio o tal vez de indiferencia. El filósofo Josep María Esquirol asegura que «la indiferencia es una forma de violencia, en definitiva una forma de caída del ser humano». ¿Que habrá al otro lado de ese semblante neutro?
Comentando la letra de esta canción y los efectos disuasorios de la Ley contra la Violencia de Género en una comida familiar, uno de los comensales aseguraba que la violencia de género no escapa a ninguna clase social. «Hay muchas parejas que parecen bien avenidas, les ves tan agradables y atentos pero luego en casa… tamboril de casa ajena».
Curiosa expresión que alude a esa dualidad presente en el ser humano. Esa doble cara inquietante que narra la historia sembrada de conflictos. Materia de escritura. Decía John Dos Passos, autor de la novela ‘Mahattan Transfer’, el mismo lugar que ha inspirado a los tres hermanos leoneses, trovadores de Café Quijano, que «el escritor que escribe bien es el arquitecto de la historia». Así somos los seres humanos. Construimos nuestro relato en canciones que son metáforas de nuestras vidas extrañas y desconcertantes, historias que siembran plazas de pueblos en conciertos festivos, en estás cálidas noches de verano salpicadas de notas, a veces tristes, que se deslizan sobre pieles abrazadas.