07/04/2022
 Actualizado a 07/04/2022
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Ahora que estamos a un paso de la Semana Santa, se volverán a llenar las calles de gente, siguiendo a unas figuras monumentales y a sus portadores, herederos de la mejor tradición del KKK. Ellos pujan un montón de kilos sobre sus espaldas no por fe religiosa, sino con ánimo lúdico, buscando la excusa perfecta para socializar y mamarse como piojos. Porque, seamos serios, a esta suerte de auto-censurados la religión se la trae floja; conozco a muchos de ellos y os puedo asegurar que incumplen todos y cada uno de los mandamientos sin ponerse siquiera colorados. A ver, no es que les critique, porque a un servidor se la suda lo que hagan; pero da reparo y algo de congoja verlos salir en procesión en la fiesta más sagrada, (por lo menos debería serlo), de los cristianos. Para más información leed, por favor, la poesía de Don Guido, de Antonio Machado y os daréis cuenta de que nada ha cambiado en los últimos cien años. Cada vez se parecen más, en lo de las manifestaciones, a las feministas radicales, esas que salen por las calles con un coño insumiso y gritan barbaridades a los hombres, los culpables de todo lo malo que ocurre en el mundo. Además, la que montan en la ciudad es un sin Dios. Calles cortadas por doquier, gente apelotonada en las aceras, que te obligan a andar a paso de caracol y que llevan a la práctica aquella consigna de los avaros, las tres Pes (Pipas, Paseo y Pa casa), porque no se gastan un euro ni aunque los ahorquen. Menos mal que León se llena de turistas y de expatriados, gente que viene una semana y no pone freno al consumo de limonadas y tapas gratis. Por cierto, que las tapas de aquí, en la mayoría de los casos, son malas con cojones: patatas en mil vuelos, embutido del más barato y pare usted de contar... Si habéis viajado a Andalucía, sobre todo a Granada y a Almería, habréis probado lo que es una tapa como Dios manda... Lo dicho, que por culpa de las procesiones-manifestaciones, lo más sensato que se puede hacer es huir de León a la velocidad de una bomba hipersónica de Putin. Buen momento para conocer el resto de la provincia: el mejor. Visitad el Bierzo, las montañas de Riaño o de Villablino, los valles de los ríos, exuberantes al principio de la primavera, incluso Astorga, que, aunque también tiene pasos de Semana Santa, son mucho más llevaderos.

Volviendo a lo de las manifestaciones, parece increíble las que se han celebrado en España a partir de aquella famosa del 8 de marzo del 2020, la que inauguró la pandemia de Covid con toda su crudeza en el país. Se han convocado miles de ellas, organizadas por gente de toda laya y condición: desde las de los agricultores cabreados, con toda la razón, hasta la de los pensionistas, pasando por las de los maderos, las de los sindicatos minoritarios (porque, me daréis la razón, la UGT y los de Comisiones Obreras sólo salen a pasear el 1 de mayo. El resto de tiempo están más quietos que el Tejo de San Cristóbal), las de las doñas que protestan contra los hombres, (¡otra vez!), las de los que odian a Putin o las de los profesores de historia que están en contra de lo que el poder hace con la historia... Desengañaos..., ninguna sirve para nada. Los que de verdad mandan en el mundo, el Ibex y sus equivalentes en otros países, el complejo militar-industrial, las multinacionales, pasan de todos sin inmutarse. Tienen tomada las decisiones a pesar de lo que hagamos. Sí, de vez en cuando, nos sueltan algunas migajas para que callemos y nos sintamos mejor, para que olvidemos que nuestra vida es una mierda y que a ellos les trae sin cuidado. Desde la década de los ochenta del pasado siglo, esta gente no ha hecho más que recortar todos nuestros derechos; da lo mismo que el gobierno sea de derechas o de izquierdas, no pintan nada y sólo son «La Voz de su Amo». Incluso los medios ‘progresistas’ (el País, sobre todo), hasta alaban y cuentan las bondades de vivir compartiendo piso con unos desconocidos. Asumimos que cobrando mil o mil quinientos euros, nuestros hijos no pueden acceder a uno individual, sobre todo en las grandes ciudades como Madrid o Barcelona, aunque también puede ocurrir en León, en Oviedo o en Segovia. Si admitimos esto, estamos asumiendo que vivimos en una sociedad precaria, donde cosas tan esenciales como la sanidad o la educación pasan a un nivel inalcanzable para la mayoría de nosotros. Es mucho más importante subir el gasto de Defensa o de los maderos y los picoletos que garantizar las pensiones o abaratar la subida descontrolada de la luz, la gasolina o la barra de pan. Estos son signos evidentes de que nuestra sociedad está muy enferma, de que nosotros estamos muy enfermos. Hoy es mucho más prioritario tener acceso a Internet que poder comprar un kilo de carne de ternera. Al final, el tontalán ese del Ministro de consumo, se va a salir con la suya. Nos haremos vegetarianos, aunque tampoco. ¡A buen precio está el kilo de calabacín! Salud y anarquía.
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