Este domingo, León volverá a ser escenario de una manifestación convocada por los sindicatos bajo el lema ‘Más soluciones y menos cuentos’. Un eslogan sensacionalista que nos deja preguntándonos: ¿soluciones para quién y cuentos de quién? En 2020 ya vivimos una movilización similar. Muchos asistimos con la esperanza de un cambio real, pero aquello se tornó en un aquelarre sindical con discursos políticos. Cinco años después, la situación no ha cambiado y, de nuevo, quienes la promueven parecen más preocupados por su propio futuro que por el de León.
Los sindicatos, cada vez más desacreditados, ven en esta manifestación una oportunidad para reivindicarse. Saben que ya no son capaces de movilizar ni a 30 personas si no hay marisco de por medio, pero un llamamiento genérico al «futuro de León» aún les da algo de rédito. Sin embargo, en lugar de señalar al verdadero culpable del empobrecimiento de trabajadores y pensionistas (una presión fiscal asfixiante), prefieren callar ante un Gobierno que sube impuestos mientras presume de aumentar el salario mínimo y las pensiones. De hecho, mucha gente ha descubierto que, tras la última subida, ingresan menos dinero que antes.
En el PSOE, mientras tanto, intentan cuadrar un discurso imposible. Venden como éxito proyectos que llevan años paralizados y evitan hablar del principal problema: la falta de presupuesto y el abandono absoluto al que el Gobierno ha sometido a León. La receta socialista ha sido la misma de siempre: promesas vagas, anuncios repetidos y una búsqueda de enfrentamiento.
El PP, por su parte, ha confirmado su asistencia, aunque con improvisación y reticencias. No pueden permitirse dar la espalda a una protesta con amplio respaldo social por miedo a ser señalados como los culpables del problema, prefiriendo ponerse una vez colorado que ciento amarillo.
La UPL, que gobierna la Diputación junto con el PSOE, clama por el leonesismo pero evidencia una preocupante incapacidad de gestión. A pesar de su discurso, han demostrado ser ineficaces en la administración provincial. Exigir más competencias cuando no se gestionan bien las que ya se tienen es, como mínimo, incoherente.
Mientras tanto, el alcalde de León, José Antonio Diez, ha endurecido su errático discurso autonomista (un día con Zamora y Salamanca, al siguiente sugiere unión con Asturias y, al siguiente, una autonomía en solitario con o sin El Bierzo). La realidad es que está librando su propia batalla dentro de un PSOE que ya no le quiere. Sabe que la única manera de sobrevivir políticamente más allá de 2027 es convertir el leonesismo en su bandera personal y, si hace falta, liderar una plataforma propia.
Miles de leoneses saldrán a la calle con la esperanza de un cambio, pero inconscientes de su propia instrumentalización. Si cada manifestación acaba siendo utilizada para intereses particulares, llegará un día en que la gente deje de creer en los sindicatos, en los partidos y hasta en el futuro de León. Entonces, ¿quién gestionará esa frustración?