Es curiosa la fórmula de la ruralidad para reconocer de hecho lo que en la taberna a veces les cuesta más decirlo. Ya sabéis que hasta que no se llega a la tercera edad no adquieres la capacidad de tener nombre propio y, incluso, de ser alguien en el imaginario popular. Nadie te pregunta por tu nombre, dando por hecho que no tienes derecho a tenerlo hasta que no lo merezcas, que muchas veces es nunca.
- ¿Tú de quién eres?;es la pregunta de los vecinos ante un rapaz que no conocen o de otro que se fue del pueblo y regresa después de un tiempo.
Ytú debes responder con la matriarca de la familia, casi nunca debes decir quien es tu padre sino tu madre o, mucho mejor, el nombre de la abuela. «Soy el nieto de Josefa». Y todo se aclara al instante.
Lo recuerdo porque esta semana falleció con casi 90 años Manolo, vecino de Villanueva de Pontedo, del que no sé su apellido —ni casi nadie—pero todos cuando lo cuentan en el bar para aclarar su identidad explican: «Manolo el de Petra». Nadie sabía ya quién fue Petra, si Manolo tenía 90 años... pero vivía su recuerdo eterno en Manolo.
Podías hablar de Manolo el pescador —sabía todas las truchas de cada pozo y las pescaba— o de Manolo el setero —las recogía al amanecer—, del de la moto... pero era el de Petra.
Manolo fue un ‘desterrado’ de su propia capacidad de ahorro y de trabajo, se cimpró su piso en León y casi se vio obligado a bajar para ocuparlo y recorrer la ciudad buscando sus recuerdos, hasta que descubrió el Parlamento abierto de las gentes de la comarca que cada día se reunían al sol de la plaza de Botines.
Hasta que desarrolló otra curiosa habilidad. No se muy bien cómo pero averiguaba —con su mujer Fani—todos aquellos saraos que había cada día en la ciudad, especialmente en los que había pinchos, llegando a confeccionar la más completa lista de pinchos, tapas, vinos españoles, degustaciones... y que iba actualizando día a día con una completa red de informantes.
- Oye, ¿no sabes nada? Por estas fechas era la exposicióbn de coches esa que se celebra en la explanada de San Marcos;el año pasado yo creo que fue la que tuvo los mejores pinchos de todas.
Y sabía de lo que hablaba.
Tenía conversación para todos, como bien sabrá la chica que vende los billetes del tren turístico: «¿Vuelve a haber mucho japonés, porque esos son japoneses o de para allá?».
Ella sonreía. «Sí Manolo, japoneses».