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Manos a la obra

20/07/2024
 Actualizado a 20/07/2024
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Pues de gira nos ha pillado el feliz desenlace de la Eurocopa. Concretamente en Salzburgo, cuna de la música clásica, dicen, porque allí nació el divino Mozart, un niño prodigio que hizo las delicias de todas las cortes más poderosas de la época y que revolucionó y rompió moldes con su virtuosismo genial. Música, como la que resonó en nuestros oídos por dos veces cada vez que escuchábamos marcar un gol a los nuestros. 

Días antes habíamos recalado en Munich, la ciudad de los monjes y la cerveza, una urbe amable y sorprendentemente acogedora donde las haya en la que degustamos la simpatía hacia España. 
Estamos conociendo una Europa diferente. Llamativo en especial el caso vienés donde no deja uno de sorprenderse de la multiculticulturalidad que tiñe de tonalidades varias los paisajes urbanos cuajados de diversos tonos de piel. Allí la diversidad clama por ser entendida y aclamada. El viejo concepto de raza aria aparece así como felizmente trasnochado, aunque no del todo, a juzgar por el preocupante ascenso de los radicales intolerantes…

El hombre que vende los tickets a la puerta del Musikverein, sede de la Filarmónica de Viena, más conocida como la Sala Dorada, para los que soñamos con revivir el Concierto de Año Nuevo, aunque sea en verano, resulta ser de Albania. Conoce a la perfección el nombre de los jugadores de la selección y el de algunos equipos españoles que están incluso en segunda división, y se recrea repitiendo los nombres de algunas primeras figuras en un español difuso, pero envuelto en una franca sonrisa. 

La mujer que nos atiende a la hora de desayunar nos pregunta en un frágil inglés – tan básico como el nuestro – que de dónde somos, quizá para podernos informar de que ella es de Irán. Mirándola a los ojos se paladea la distancia. Y en el metro un hombre ébano clava sus pupilas a través del cristal, emanando los reflejos de las nostalgias de su tierra perdida, quizá Mali o Senegal. El mismo lugar de donde llegaron hace algunas semanas a Chalé de Pozo los ciento ochenta migrantes perfectamente documentados y solicitando protección internacional. A partir de finales de agosto comenzarán a recibir sus permisos de trabajo.

Ahora reciben clases de español y en breve comenzarán a trabajar en una serie de talleres de empleo, relacionados con el sector de la construcción. Así atenderán una demanda que ya comienza a preocupar por su escasez de oferta.

Ellos serán nuestras manos a la obra, las manos de una Europa nueva a la que mirar siempre con esperanza.

 

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