Varios medios nacionales se han hecho eco del delantero de la Cultural, Manuel Justo. Su trayectoria goleadora durante la temporada no ha pasado desapercibida en el periodismo deportivo, con más goles que muchos primeros espadas, rivaliza en el golaverage con atacantes de talla mundial. Al ver las estadísticas me vino a la cabeza un hilo de X (antiguo Twitter) que un usuario elaboró con motivo del mundial de Qatar en 2022 en el que describía con un humor venenoso a los jugadores de Luis Enrique. Se me quedó marcado el perfil dedicado a Álvaro Morata en el que sugería que si no hubiese estado en la cantera del Real Madrid jugaría en el Logroñés; sin saberlo, o quizá con cierto conocimiento de causa patriótico y castizo, desdeñó un paradigma costumbrista español. El escritor Alberto Olmos dijo en una entrevista que la vida le ha enseñado que lo más importante es quiénes son tus padres y cuánto dinero tienes. Tristemente, la idiosincrasia hispánica vierte de verdad esa afirmación. Me he topado, y me topo cada día, con gentes que ostentan unos puestos excesivamente cualificados que no se corresponden con sus capacidades.
Tomando café con Enrique Martínez, jefe de la sección internacional de la reserva federal de Dallas, le pregunté que, si en comparación con Estados Unidos en España existía una verdadera meritocracia y el me negó la mayor, confirmando que en nuestro país casi todo funcionaba por amiguismos y engrosamientos camarillescos. Entrevistar a gente diversa, a referentes en un determinado momento te da la oportunidad de percibir, más bien, de preguntarte, como a ese tío al que no se le detecta ni una señal de vida inteligente se le ha dado una atalaya y tu amigo que tiene una cabeza privilegiada pasa desapercibido; simple y llanamente porque no conocía a ese alguien que se enamoró de una historia artificiosa. España es un país donde triunfa la mediocridad, donde a un personaje gris como Alfonso Fernández Mañueco se le da poder o a un Fouché de guiñol como Javier Alfonso Cendón se le otorga influencia.