Pasado mañana se cumplen 35 años desde que, el 27 de septiembre de 1989, volviera a estar ‘oficialmente’ habitada la localidad de Matavenero –también pasará en la vecina Poibueno–, en el municipio de Torre del Bierzo, despoblada desde finales de la década de 1960. Allí se estableció un grupo de personas procedentes del llamado movimiento ‘Rainbow’, cansadas del sistema, que buscaban un modo de vida diferente y un mayor contacto con la naturaleza.
Hoy no es un pueblo ‘Rainbow’, pero sí ecológico, en donde sus vecinos –alrededor de medio centenar, de distintas nacionalidades– llevan un estilo de vida alternativo, organizándose de forma asamblearia y tomando sus decisiones cuando tres cuartas partes se ponen de acuerdo. Las calles no están asfaltadas –de hecho, se llega por caminos, y los vehículos a motor han de dejarse fuera del pueblo–, cuentan con una especie de teleférico para el transporte de mercancías, tienen espacios comunes –caso, por ejemplo, de la escuela, ‘libre’, al margen del sistema educativo; o del horno, en donde hacen pan– y propiedades privadas, y buena parte de sus casas se levantan sobre viejas edificaciones, cedidas por sus antiguos propietarios. La energía la obtienen de placas solares, y el agua, de arroyos próximos, canalizada a partir de un depósito. Y apenas hay cobertura.
Hace ya algún tiempo que estuve por allí, acompañado, además, por Melchor Moreno –quien, por cierto, era alcalde de Torre del Bierzo en 1989, y conoce como pocos cómo se vivió la llegada de aquellas gentes a Matavenero–, que siempre es un placer. Y la visita, la verdad, es más que recomendable, tanto por el pueblo en sí –un concepto diferente–, como por su entorno. Con Uli, uno de los vecinos que más tiempo llevan allí tuvimos ocasión de charlar un ratín en su casa –que tiene siete esquinas, «porque es un número mágico», nos decía–, y nos invitó –¡muchísimas gracias!– a un vaso de sirope de saúco, bebida casera hecha con la flor de ese árbol. Riquísimo, dicho sea de paso.