Carmen y Arancha me sugieren que escriba sobre la maternidad. Entro en el Instituto Nacional de Estadística (INE) y compruebo que la caída demográfica es preocupante si se consideran estadísticas de hace 30 años. En nuestra provincia se produjeron unos 2.173 nacimientos en 2023.
Pero veamos el lado bonito: cuando traes un hijo al mundo, puedes tenerlo –metafóricamente– por la boca, por los ojos, por el cerebro o por ‘todo’ a la vez. No exagero. Tienes a ese ser vivo, lo sientes junto a tu piel, lo miras, lo hueles, compruebas que reúne todos los deditos de los pies y de las manos; tu cuerpo se sensibiliza, tu mente se obnubila y de tu boca solo surgen sonrisas y palabras bonitas. Ser madre es un proyecto nuevo cada día, mágico y algo aterrador, donde tú decides cómo serás en la sociedad laboral en función de esa criatura dependiente y adorable que marca tus ritmos circadianos, tu estado emocional y tu economía. Pero has dado el paso y te conviertes en el paradigma de la mujer responsable y plurifuncional –da igual si tienes 25 o 42 años–. Tu mundo, ahora, se circunscribe a visitas pediátricas, cálculos sobre percentiles y vacunas. Y eres optimista y encuentras la parte positiva de la rutina y sus períodos de adaptación: noches en vela, cólicos, encías encendidas con diminutos dientes aflorando, pesadillas o terrores nocturnos. Te transformas en supernova y multiplicas los minutos. Compruebas el significado de amar sin condiciones y retornas a tu infancia: pasar infinitas horas en el parque y ver todas las películas de Disney un millón de veces. Y corres detrás de tu hijo cuando empieza a andar, amplías tu círculo social con madres novatas como tú, asistes a reuniones de la guardería, del colegio, y haces manualidades, dibujas y recortas mientras cocinas, cual ‘Eduardo Manostijeras’, y consigues acudir a casi todas las fiestas del colegio. Y recuerdas a tus padres, y valoras el esfuerzo y los sacrificios que hicieron por ti. Y la historia se repite: dosis de amor, paciencia y abnegación.
A veces sueñas con llegar a casa del trabajo, abrir la puerta y encontrar a tu pareja esperándote en el salón con la mesa puesta, el suelo lleno de pétalos de flores, el bebé bañado, cenado y dormido. Pero no es el caso, y aun así te consideras una privilegiada, porque conoces la contraparte: mujeres cuyo sueño de ser madre ha fracasado –por incapacidad biológica o una mala situación financiera debido al panorama actual: desempleo, escasez de trabajo, salarios bajos y dificultad de acceso a una vivienda–.
Porque la maternidad es un mito que se levanta y se despliega con los recursos de cada madre, y entonces te planteas: «¿Prefiero trabajar menos horas y tener menos hijos o trabajar más horas y tener más hijos?». En realidad, no hay una respuesta cerrada, sólo sé que las prioridades están para elegirlas.