Hace años que descubrí que, cuando estoy sola, tengo la manía de tararear sin darme ni cuenta, igual que hace mi padre. De mi madre no heredé nada semejante a este hilo musical, sino quizás un empecinamiento muy habitual -y a veces útil- en esa parte de la familia. De los dos, muchas cosas en varios aspectos y, a la vez, ninguna en otros. Como pasa con todos los hijos y con todos los padres.
Nacer en un valle minero marca. Y la situación de frontera física y familiar, con parte del corazón en la región al otro lado. En lo cercano, yo también me vestí de leonesa de pequeña, con aquella falda de paño que daba tanto calor al bailar ‘los Titos’ y mientras trenzábamos las cintas sobre el palo. Estas son mis circunstancias y, al contrario de lo que decía Groucho Marx de sus principios, no tengo otras.
En lo lejano, cada libro ha sido un país por descubrir. Cada país, un libro que leer. De todos ha quedado algo y en todos los lugares en los que he estado -pocos para mis ganas- me he imaginado viviendo y me he sentido a gusto. El mundo es un pueblo grande, pero no tan ajeno.
Y llega el Día de la Fiesta Nacional, aunque lo mío no son los desfiles militares. En eso sigo la mala reputación de Georges Brassens. Me parece bien que se valore este trabajo, aunque en él hay cosas que me gustan más y otras nada. Pero, por aprovechar, también estaría bien hablar de la situación de los derechos laborales de los guardias civiles y de la falta de expectativas de los militares a los que fuerzan a jubilarse a los 45 años. En todo caso, la decisión de identificar esta jornada con un Día de las Fuerzas Armadas -que en realidad es a finales de mayo- reduce su significación. No veo igual reconocimiento público para los trabajadores de otros sectores esenciales como el sanitario, el educativo o el judicial. Por eso me parece una celebración de corto alcance, una especie de miopía nacional.
Oponerla a la situación en Cataluña tampoco es necesario. Siempre es mejor construir algo a favor de que contra algo. Al menos esta semana se ha visto que el humor no es un bien escaso. Puigdemont representó el martes una obra del gallego Valle Inclán y lo hizo muy bien. La verdad, si la situación no fuera tan preocupante, creo que aún me estaría riendo.
Matrias y patrias
14/10/2017
Actualizado a
11/09/2019
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