Todos los años, al acercarse el 23 de abril, la Junta de Castilla y León me recuerda a un amigo –estas cosas siempre le pasan a algún amigo– que andaba como loco tratando de ligar con una chica que no le hacía ni puñetero caso. Mira que –digámoslo así– era perseverante el hombre… pero nada; no hubo manera… Pues algo así me da la impresión que le pasa a la Junta: que no hace más que tirarnos los tejos a los leoneses –intentando convencernos de las bondades de esta comunidad autónoma– y, en general, no es capaz de llevarnos al huerto… Y por falta de tenacidad ya te digo yo que no es; y menos este año, que parece que tiene desbocadas las ‘hormonas de exaltación de Castilla y León’… Solo le falta invitarnos a las copas, vamos…
Después de más de cuarenta años –que se dice pronto– de ‘acoso y derribo’, la Junta sigue sin asumir el sentir general de los leoneses, que formamos parte de esta comunidad autónoma literalmente por obligación, que no es nuestro sitio, que esta comunidad autónoma nunca debió existir, que atenta contra nuestros intereses. Con todo, ahora vuelve a la carga dando todavía una vuelta de tuerca más, llevando la celebración del ‘Día de la de Comunidad’ de Castilla y León a todas las provincias… Después de cuatro décadas no hace falta ser un lumbreras para darse cuenta de que esta no es nuestra fiesta, que no nos identificamos en absoluto con ella –de hecho, somos muchos los que aprovechamos para irnos fuera siempre que podemos; Ikea, en Asturias, es un clásico…–, pero sigue erre que erre. Y, oye, que se celebre en Villalar, pues, mira…; pero que vayan a venir aquí a enarbolar la cuartelada, si no es tocar las narices, cerca le anda, vamos… Lo pueden ‘vender’ como quieran…
Y es que pertenecer a Castilla y León no ha hecho más que perjudicarnos, y no solo en lo económico –que también, ni que decir tiene; no hay más que echar un vistazo a los datos–, sino arrinconando nuestra cultura, nuestra historia, nuestra lengua…; nuestra idiosincrasia, en definitiva.