Alfonso Martínez color

Me sale a mí la risa...

13/02/2025
 Actualizado a 13/02/2025
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Han pasado dos semanas, pero sigo inmerso en mi sesudo debate sobre si reír, llorar o instalarme en el escaño a perpetuidad. Mis dudas sobre el momento apasionante que algunos creen que vive el periodismo se han extendido cual mancha de aceite hasta hacerme pensar que el cada vez menos noble oficio de juntar letras es sólo un reflejo de la sociedad que padecemos en este nuestro terruño, donde el cainismo y el ombliguismo gobiernan en una cómoda y peligrosa bicefalia.

Por cierto, hablando de gobiernos, la vicepresidenta segunda de todos los españoles optó por reírse ante el vodevil de la tributación del salario mínimo y la pelea de gallinas que protagonizó con la ministra portavoz en otro episodio del ‘ni contigo, si sin ti’ o del ‘si pico, me mancho el pico y, si no pico, me muero de hambre’ al que ya nos tienen acostumbrados socialistas y sumaristas.

Reír es una opción para relativizar los problemas, pero es demasiado sencilla, ya que no hace que desaparezcan. «¿Por qué se ríe?», le preguntó una periodista como si la sala de prensa monclovita fuera el aula de un colegio. Quizá porque vio que el populismo no puede ser la receta para todo y que, si el salario mínimo supera el límite de la exención, es de justicia que quien lo cobra tribute como todo hijo de vecino. Pero vivimos en el país del lazarillo, donde todos queremos cobrar más, pagar menos impuestos, que bajen los precios y que las empresas renuncien a sus beneficios sin pensar que eso sería similar a que nosotros trabajásemos a cambio de nada. Y ya si logramos trabajar menos y cobrar más, miel sobre hojuelas, porque cuerpo descansado dinero vale. Dinero sí, pero el de otros.

Y reírse de otros es habitual en el aula en el que se ha convertido este nuestro terruño, aunque los alumnos aventajados lo disimulan muy bien para no tener que explicar por qué. Celebran los socialistas –que son como ese compañero al que se le morían cinco o seis abuelos por curso para pirarse las clases– que se vayan a invertir siete millones de euros para probar lo último en tecnología ferroviaria en la línea de Feve que atraviesa zonas con graves problemas de conexión a internet. Reconocen además –sin ponerse colorados– que la han elegido porque hay poco tráfico. Y menos que va a haber si los trenes siguen sin llegar al centro o si se producen dos incidencias al día por averías o retrasos.

Mientras, los populares anuncian a última hora y por el sindicato de la prisa que irán a la manifestación por el futuro de la provincia. Defienden que ahora la Junta sí cumple con León, lo que viene a significar que hasta ahora no lo hacía y que son como los alumnos que estudian a última hora para que no les devuelvan el examen con correcciones hechas a rotulador magenta leonesista.

Quienes enarbolan la bandera de este color son más de llanto que de risa. Y no les falta razón, pero deben aportar algo más que la autonomía como remedio a todos los males si no quieren acabar encuadrados en un populismo similar al que citábamos al principio.

En definitiva, que sólo me queda escaño a perpetuidad, porque se sale de casa llorado y a mí la risa me sale… de los zancajos.

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