28/09/2024
 Actualizado a 28/09/2024
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Hay tantos oficios como vidas. Sabina las reseñó en unos tiempos en que sus canciones no eran tan melifluas y romanticonas. No le faltaba, eso sí, ese hálito canallita en el mejor y el peor de los sentidos. Cantaba que, en sus sueños, se colaba en el traje y la piel de todos los hombres que nunca sería y la lista era larga. Pero en ninguno de sus versos anhelaba meterse en el papel de un médico. Menos –seguro– en el de un médico rural.

Los que sí parecen querer enfundarse en batas blancas con nombre bordado al estilo ‘vintage’ son todos esos hipotéticos médicos que dejarían caer sus hipotéticas posaderas en la hipotética facultad de Medicina de León. «Una ilusión colectiva», que dicen por ahí. Pues bien: confieso que a mí no me hace mucha ilusión. Comprendo el reclamo y nunca me parecerá negativo nada que tenga que ver con la ampliación de los horizontes académicos, pero me desquician los discursos enarbolados que aseguran que implantar el grado en la universidad leonesa sería lo mismo que resolver todos los problemas que tiene la sanidad pública en esta comunidad; en especial, en los entornos rurales y, por especial cercanía, en los pueblos de León. 

Me enerva que se lancen mensajes que suenan tan simplistas que resultan ridículos y, como la única forma que he encontrado de entender cosas que por lógica escapan al entendimiento pasa por construir en mi pensamiento imágenes evocadoras –todo es literatura o cine o música; las tres si es al son del ‘Pedro Navaja’ de Rubén Blades–, no puedo más que imaginar a unos cuantos maestros en el arte del ‘story telling’, a los que mi padre llamaría acertadamente ‘cantamañanas’, sin parar de hablar. «¡Abramos Medicina, oh, vecinos de León! ¡Hagamos de esta tierra una llena de futuros médicos! Aplaudamos su lanzamiento de birretes y así repoblaremos esta provincia con doctores y doctoras que tengan ‘doctorcitos’ y ‘doctorcitas’ y así sucesivamente». ¿Cómo va una facultad a terminar con las listas de espera infinitas? ¿Cómo van unas cuantas plazas universitarias a asegurar que los estudiantes tomen la decisión de quedarse trabajando en el centro de salud de alguno de los pueblos recónditos de León y no en Madrid? ¿Cómo va a conseguir esa implantación que los pupilos, ya graduados, escojan como especialidad Medicina Familiar antes que Dermatología o que Cardiología? ¿Cómo va a ir esa apertura en favor de una pirámide poblacional que se va invirtiendo peligrosamente hasta aplastarnos?

Los ‘cantamañanas’ tendrán sus respuestas anodinas bien apuntadas. Las leerán punto por punto, coma por coma y, como no dirán nada, regresaré a mis cascos de vuelta a escuchar. Yo, como Sabina, también prefiero la del pirata cojo que la del médico rural.

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