He vuelto a Las Médulas. Ha cambiado bastante, no el paraje, claro, pero sí el entorno. La primera vez que se me ocurrió visitarlo fue hace tanto tiempo que, con el coche, llegué hasta el final del todo, o al menos hasta donde se podía. Hoy eso no es posible. Pero fue hace muchos años.
Estuve sólo, tanto, que no recuerdo haberme cruzado con nadie. Ahora sí, con mucha gente.
Por supuesto, no existía la que hoy es La Casa del Parque de Las Médulas, en Carucedo, un estupendo edificio proyectado por Félix Alvarez y Rosa Cantera, dedicado entre otras cosas a explicar todo lo que los romanos hicieron y nos dejaron. Muy bien situado en las inmediaciones del lago y con unas vistas estupendas, pero muy mal ubicado para los visitantes que llegan desde Ponferrada, que son las mayoría, y que, casi un kilómetro antes, se encuentran la desviación hacia lo que es el conjunto en sí, lo que hace que solamente una mínima, muy mínima, parte de ellos, ni se enteren de que existe un lugar donde pueden saber y entender qué fue la mina y qué van a encontrar.
Hoy, no voy a decir que sufre una invasión de visitantes como de la que se quejan Barcelona, Málaga o las Baleares, pero sí, que recibe un buen montón de visitantes, concentrados en los puntos más espectaculares. Y se les nota, aunque el espacio sobrepase los 50 kilómetros cuadrados.
Bien está, es de agradecer que, para preservar lo que es el espacio principal, se haya prohibido la circulación rodada desde el principio del propio núcleo urbano del pueblo de Las Médulas, dotándolo de unos aparcamientos, públicos y privados.
Pero, también serían de agradecer se cuidaran otros aspectos.
Es bastante penoso recorrer las calles del pueblo, camino de la entrada, andando por una calzada parcheada, mezcla de hormigón y restos de asfalto, de bordes indefinidos y con aspecto abandonado, lo mismo que el propio recorrido principal ya dentro de la zona cerrada, con baches, gravas sueltas y socavones.
Supongo que tampoco los usuarios colaborarán demasiado al cuidado, pero encontrarse partes de vallado de protección roto y abandonado en el suelo, no ayuda a esa colaboración.
Y así alguna que otra deficiencia más. Por ejemplo, y puede parecer anecdótico, pero no lo es, también eché de menos algún tipo de WC, en algún sitio. Por lo que sé, o al menos eso me dijeron, había unos al principio de las casas, además, claro, de lo que tienen los varios, porque varios son, establecimientos hosteleros, pero nada más. Es verdad que el espacio es grande, más bien enorme, pero que en todo él no haya ni un miserable lugar donde acudir… Supongo que alguno me dirá: «bueno, pues anda que no hay sitio para hacer lo que sea de menester». Ya, pero, por mucho que lo digamos, ni está bien ni somos iguales, al menos en la cosa fisiológica. Y supongo que no hay mucho más que aclarar.
Es cierto que España, y esta Comunidad, tienen un enorme Patrimonio, de todo tipo, y que no hay dinero suficiente para mantenerlo a la perfección, pero cosas tan básicas como las apuntadas, no deberían olvidarse.
Hace pocas semanas estuve en Huelva, en su parte norte, la que en la Reconquista fue colonizada con leoneses (por allí andan pueblos como Fuentes, Arroyomolinos o Cañaveral, todos ellos con el añadido «de León»), y en esa visita, estuve en Almonaster la Real, muy cerca de Jabugo, en medio de una serranía como la de Las Médulas, en el que había que aparcar fuera, como aquí, con calles estrechas y en continua pendiente, lo mismo que aquí. Pero ahí acaban las similitudes, pues, por ejemplo, todas esas calles tienen sus aceras, y además con la calzada empedrada (aunque eso, aquí, ya sea pedir demasiado). Y si allí es así, porqué no puede ser igual aquí. Y eso que no tienen unas Médulas. Aunque sí unos muy buenos jamones.
Después de aquello, al comparar, no puedo evitar una sensación de abandono, inmerecido, además, porque estamos tratando un espacio único en el mundo, no cualquier paraje.
Carucedo es un ayuntamiento pequeño, que ni de lejos puede hacerse cargo de todo este legado romano, además de no ser su responsabilidad, ni tampoco el mantenimiento ni su conservación y vigilancia, sino de la Junta, quien debería hacer o encargar una auditoría, que a lo mejor existe, aunque si es así no lo parece, sobre la que preparar un plan global de necesidades, programar su ejecución en el tiempo, dotar presupuestariamente y así dar a todo el conjunto la dignidad que se merece.
Y no puedo terminar sin apuntar algo que tengo que agradecer: han sido varios días de estancia y contacto con sus gentes, de las que de decir que todas con las que he tratado, absolutamente todas, no han podido ser más amables y colaboradoras. Muchas gracias, amigos.