10/11/2024
 Actualizado a 10/11/2024
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«Parece orquídea, pero no. Huele a gardenia, pero tampoco. Sus grandes pétalos, alas blancas, tiemblan queriendo volar, irse del tallo; y ha de ser por eso que en Cuba la llaman mariposa». Así empieza el cuento de Galeano ‘Flor que recuerda’ del libro ‘Bocas del tiempo’. Y cuenta que Alessandra plantó un bulbo de mariposa en Nápoles, llevado desde la Habana. La planta tuvo hojas, pero nunca floreció en tierra extraña, hasta que Alessandra recibió la visita de unos amigos cubanos, años más tarde. Y hablaron. Y hablaron. Y la planta «escuchó esa música de las palabras durante siete días y siete noches, porque los cubanos hablan despiertos y dormidos también». Cuando Alessandra regresó del aeropuerto, de despedir a sus amigos, encontró una flor blanca recién nacida. 

Recordar, según su origen latino re-cordis, podría interpretarse como «volver a pasar por el corazón». Si algo hemos visto en estos días de debacle y caos, han sido recuerdos apilados. En una de las mil escenas que se nos han grabado, una reportera comentaba lo doloroso que resulta ver objetos hasta ayer útiles, amontonados ante las casas, bañados en lodo. Y mientras hablaba, algo pequeño llamó su atención y se le quebró la voz, mientras la cámara enfocaba el amasijo, buscando el origen de su emoción. Era una banda de las que las falleras llevan cruzadas sobre el traje. En aquel momento, algo ‘volvió a pasar’ por el corazón de la reportera y de la dueña de la banda que, sin conocerse y, tras intercambiar una fugaz mirada, apenas pudieron contener las lágrimas, como si ambas hubieran tenido la misma pérdida. Un solo objeto convocó distintos recuerdos, pero la misma emoción. Esa joven tendrá otra banda para completar su atuendo, pero la historia de aquella quedará cruzada sobre sus recuerdos, para siempre. Y vimos a un chico con el viejo piano heredado, en medio de la calle, convertido en una carcasa de madera y barro, esperando ser retirado. Junto a él, la reportera escondía una sorpresa en el teléfono: la voz de una mujer que ofrecía al joven un nuevo piano, en un precioso intento de salvar a la música del agua. A toda, menos la que quedó pegada a la madera y las teclas del viejo piano heredado. La historia se repite y esos acordes ya sólo sobrevivirán en el recuerdo del joven. También vimos más de dos mil libros que pasaron de ser la biblioteca del escritor valenciano Pepe Cervera, a ser una montaña de papel mojado. Y entre tanta pérdida, como una ironía del destino, podía leerse claramente el titulo de uno de los libros: ‘Las aguas detenidas’. 

Hemos visto apilarse en las calles música y literatura, arte, muebles, historia, vida… convertido todo en horribles esculturas de barro y cada vecino afectado por la riada, bien podría ser ese personaje de ‘El libro de los abrazos’, que «andaba por ahí buscando los pedacitos de un sueño, desbaratado por culpa de alguien que se lo había llevado por delante: el señor iba recogiendo los pedacitos y los pegaba y con ellos hacía un estandarte de colores». Así deambulan los valencianos entre escombros, buscando lo que el agua se llevó por delante, encontrando pedacitos de vida, sin más color que el de la terracota. 

Presente y pasado son limo. El presente lo van arrastrando y recogiendo con palas, pero el pasado, ese que asoma en las fotografías, qué difícil es despegarlo y deshacerse de él. Resulta imposible lanzarlo al montón de los muebles, las mantas y la nevera inservible. Deshacerse de fotografías provoca una profunda herida, difícil de curar, en esa parte en la que guardamos los recuerdos, donde duerme la historia de la familia, los amores, los amigos… nuestra vida. Por eso es tan importante la iniciativa de ese equipo de voluntarios que ha venido al rescate del pasado y la memoria. Mientras unos limpian las calles del presente, la Universidad de Valencia se ofrece a limpiar y restaurar el pasado impreso en los álbumes familiares. Lavarán la carita a los niños y el pelo a las abuelas. Cepillarán el barro de la chaqueta del novio y retocarán los labios de la sonriente desposada. Pulirán con mimo las alianzas y secarán lágrimas pegadas a las caras, porque hasta ellos habrán llorado. Y así, momentos y vivencias familiares recobrarán vida y mientras sus propietarios enmiendan el presente, un equipo de expertos les restaurará el pasado. 

Ojalá que, con la ayuda de tantos, cuando esta pesadilla acabe, regresen todos juntos a casa. Que el retrato del abuelo vuelva a la pared recién pintada, aunque sea con una batalla más en la frente, el eterno ‘sí quiero’ continúe sobre la cómoda, con marco nuevo. Y molestando sobre el aparador, el militar imberbe y la hermosa fallera, cuando aún no tenían alianzas, pero ya eran una promesa. Ojalá, cuando la calma regrese a sus vidas y vuelvan a tener hogar, encuentren en él flores blancas con memoria, ésas que solo brotan cuando se sienten en casa, las que en Cuba llaman mariposa y aquí podríamos llamar fotografías con memoria rescatada y limpia. Esos recuerdos que tanto abrigan.

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