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La merienda de los demás

27/10/2024
 Actualizado a 27/10/2024
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Recuerdo mi sorpresa cuando me dieron un bocadillo de Nocilla para merendar. No era lo habitual pero tampoco iba a andar haciendo preguntas. Era Viernes Santo, aún no sabía lo que años después me complicaría esa fecha la herencia del Santo Pellejero y fui corriendo a casa del vecino para darle envidia. Ya estaba afilando el dedo para poner la marca de hasta dónde podía morder, intentando recordar los límites que él me había puesto la última vez (ni el más afamado de los cocineros podrá alcanzar nunca el sabor de aquellos mordiscos), pero me dio tanta pena verle llorar porque a él le habían hecho el bocadillo de chorizo que se lo cambié por el mío. Luego los lloros vinieron en mi casa, cuando lo conté y me dijeron que si me habían dado Nocilla era por guardar vigilia, que un día tan señalado no se podía comer carne. Tampoco es que tuviera grandes remordimientos, pero igual fue a partir de entonces cuando se me empezaron a disparar los triglicéridos. 

No hay nada como la merienda de los demás. Lo sigo viendo hoy en los parques y en los colegios, donde la ingenuidad lo justifica todo, pero también lo veo en otros lugares insoportablemente infantilizados, como las calles, los comercios y las oficinas, la política o las redes, lugares donde unos pocos generosos siguen poniendo el dedo para que los gorrones no les terminen el bocadillo y, sobre todo, donde siempre hay alguien dispuesto a dar mordiscos, más por gula que por hambre.

Con toda la razón del mundo, el autodenominado «fiyu del Porma» Javier Miguélez se preguntaba el otro día: «En Ponferrada hay gente que, después de salir la noticia de la implantación del Grado de Medicina en la ULE, sale ahora a reclamar una docencia compartida entre los campus de Ponferrada y León. ¿Dónde estaba esta gente cuando se reclamaba esa carrera para León?». La pregunta escoció en las redes y, desde el otro lado del Manzanal, algún mermado le respondía preguntando que dónde estaban los leoneses cuando se cerraron las minas, como si en los tajos primero y en las manifestaciones después le pidieran a uno el lugar de procedencia, como si solo hubieran cerrado las del Bierzo. Se trata de una pregunta trascendental de la que se pueden sacar tantas conclusiones certeras de lo que está pasando en esta provincia que lo de menos es la presunta llegada de la carrera de Medicina. Escribo «presunta» porque se quiere fragmentar en tantas partes para contentar a tantos votantes que más bien parece una especie de primera lección de anatomía administrativa, y también porque estoy seguro de que en breve escucharemos que no se puede hacer porque el malvado Pedro Sánchez les da todo el dinero a los catalanes, momento en el que la lección pasará a ser de psicología para aprender a gestionar la frustración.

León y el Bierzo se citan hoy en un partido de fútbol que, como cada temporada, agita complejos de uno y otro lado, pasiones desaforadas de aficionados a la merienda de los demás en la grada y sobre el césped foráneos que saben de la intensidad del partido pero que, como el resto, nunca sabrán lo que podrían conseguir León y el Bierzo en el caso de que, aunque fuera solo por una vez, con sus particularidades y sus similitudes, consiguieran remar en la misma dirección. Decir que podrían conseguir todo lo que se propusieran es tan falso como decir que con esfuerzo puede uno lograr lo que desee, pero a buen seguro que tanto León como el Bierzo estarían mejor de lo que están si dejasen de mirarse de espaldas, como los siameses que decía Saramago de España y Portugal. Lo saben bien quienes no intentan siquiera mejorar las comunicaciones entre León y Ponferrada, en este caso con la peor de las intenciones, la de mantener la división, más que por la desidia habitual. Tanto leoneses como bercianos están convocados a una manifestación que se celebrará en dos semanas, cuyo lema rezará «Por el futuro de León. Más inversiones y menos cuentos» y que no deja de sumar y sumar adhesiones, algunos muy convencidos de los motivos por los que los sindicatos quieren sacarnos otra vez a la calle y otros simplemente porque, participando en las protestas, se garantizan que no parecerá que son contra ellos.

La pregunta de J.Miguélez es tan buena como peligrosa: además de que se podría aplicar absolutamente a todo y extender hasta el infinito, a cualquiera se le puede volver en su contra. Porque... ¿dónde estaban los leoneses que tanto lamentan las inversiones que recibe Valladolid cuando Valladolid luchaba por ellas, cuando sus políticos defendían los proyectos como imprescindibles mientras los políticos leoneses se preocupaban únicamente de repartirse los cargos? La merienda de los demás siempre tiene un sabor especial, más aún si te dicen hasta dónde puedes morder. Pero otra cosa, claro, es que te dieran más bocadillo que al resto con argumentos de capitalidad que no tienen un pase, que empiezan generando la hipertrofia de una ciudad y terminan provocando, por inanición, la deformidad del resto. Quizá lo estudien en las futuras y fragmentadas facultades de Medicina.

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