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Metafísica de la canícula 2 / Tales y la obstinación del agua

06/08/2023
 Actualizado a 06/08/2023
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Se colma la España vacía a la vez que se secan sus cauces, se carbonizan sus árboles y fallecen sus nonagenarios: el espectáculo de su acabamiento atrae como atraen los crepúsculos a los urbanitas de Instagram y el apocalipsis a los aficionados al cómic. Se pueblan los perfiles virtuales de cigüeñas y horizontes, cuando no de quiquiriquís grabados que el primer día regocijan y el tercero atormentan, mientras se abarrotan también las casonas de piedra, otrora cuadras, donde disfrutar sanísimas soledades y silencios, desayuno incluido.

Y desde Mileto, en la antigua Grecia minorasiática, acuden Tales y su familia, pues hemos de suponer que la tuvo como se supone todo lo demás en la biografía de este, uno de los más oscuros filósofos, sino el más antiguo. Vienen ilusionados a disfrutar de un campo no muy distinto al que rodea su vida en Anatolia convencidos de exotismos que en realidad no son tales (y disculpen la homofonía). Aún no ha venido a señalarlo Parménides cuando aparezca por aquí a veranear y descubra la inmutabilidad de marras.

De momento, el veraneo empieza como suele en estos casos:

– Tales, no sale agua de los grifos. La bomba o la llave de paso. Mira a ver, levanta el culo, que tú de agua sabes, a ver si arreglas algo, tanto discurrir.

Y he ahí que se encamina pesaroso nuestro milesio replicando en alta voz a su consorte: «los principios de todas las cosas son solo los que tienen aspecto material […] En cuanto a la cantidad y a la forma de tal principio, afirmo que es el agua, porque el alimento de todas las cosas es húmedo y de lo húmedo nace el propio calor y por él vive… Además de porque las semillas de todas las cosas tienen naturaleza húmeda y el agua es el principio de la naturaleza para las cosas húmedas» (eso se dice que dijo, pues constancia escrita no hay).

Empuña herramienta y, por fin, el agua mana. Aunque no por donde debiera, sino, haciendo honor a su naturaleza esencial y cósmica, se vierte a chorro limpio por doquier.

– Hay que llamar a un fontanero –afirma el pensador- lo mío es el logos, no el mito ni la llave de grifa.

Apenas amanece el siguiente día, entre cantos agudísimos del gallo y el bajo continuo y estridente de una vecinal segadora de gasoil, cuando se oye al filósofo declamar con circunspección:

– Para estos cojones me quedo en casa, que en agosto allí no se oye una mosca. Ni se las ve, que me están comiendo vivo.

– Levanta y al pozo, majo, que hay una cacharrada en el fregadero. Tanta turra con el agua y sin poder fregar, intelectual tenías que ser. Y mañana viene Anaxímenes a la barbacoa. Habrá que aguantarle, con los aires que se da.

Cuenta la leyenda que Tales, por observar el cielo con el detenimiento que merece, mientras caminaba cayó en el pozo, vacío y sin brocal a la sazón. El agua cambió sus vacaciones convirtiéndolo en motor inmóvil: escayolado en la tumbona movía a los demás a su servicio. 

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