Hace pocas semanas las autoridades culturales (nótese el oxímoron) decidieron cobrar entrada en el Panteón de Roma. Hasta entonces el lugar era una plaza más de la vieja ciudad donde transeúntes y turistas entraban y salían sin más preámbulo para verse atrapados por la grandiosidad del lugar. A esa naturalidad antigua le han puesto una taquilla. Lo mismo hicieron hace años con las catedrales españolas: disfrutar de unos minutos de descanso o contemplación, del mero frescor y deleite de esos interiores, se ha convertido en un trámite que «hay que aprovechar» con una deambulación organizada, reglada, turística. Y de pago. Quienes lo justifican hablan de contribuir a su mantenimiento, como si no lo hiciésemos ya o ese copago lo garantizase mejor. Hasta hay quien dice que pagando se valora más, simpleza que no merece comentario.
Otro de nuestros filósofos de cabecera opta, este verano metafísico, por el turismo cultural. Si el turismo es un gran invento no digamos la cultura. La cultura es al turismo lo que la piña a la pizza.
Nuestro sabio responde al nombre de Epicteto, puntal de la escuela estoica, que, contra la acepción del diccionario, no gusta de sufrir o resistir penalidades a lo bobo, sino que promueve la virtud de la templanza ante cualquier ardor. Prefiere el fuego lento. A pesar de tales morigeraciones, Epicteto también vacaciona.
Indicaba este sabio que «algunas cosas están bajo nuestro control y otras no. Las cosas bajo nuestro control son la opinión, la búsqueda, el deseo, la aversión y, en una palabra, cualesquiera que sean nuestras propias acciones. Las cosas que no están bajo nuestro control son el cuerpo, la propiedad, la reputación, el mando y, en una palabra, todo lo que no sean nuestras acciones». Epicteto fue esclavo y exiliado y hemos de suponer que se conformaba con lo justo.
Siempre en busca de una verdad esquiva y liberadora interroga Epicteto a gentil encargado a la puerta de templo, museo, capilla, palacio, yacimiento o ermita:
- ¿El día de visita gratuita?
- Hoy, precisamente.
- ¡Albricias! –exclama el heleno, versado en leyes, normas y tratados–.
- Pero solo pueden visitarse los váteres. Y la cafetería si consume algo. Gracias por su interés.
Nota aclaratoria. Si es usted del grupo de los pertinaces, defensores de la norma y los derechos ciudadanos, de la virtud que conduce a la eudaimonía (bienestar), aquí tiene los artículos de las leyes que le amparan en este caso, con los que poder dar la murga por doquier: artículos 13.2 de la ley 16/85, de 25 de junio, del Patrimonio histórico español; el 25.2 de la ley 12/2002, de 11 de julio, de Patrimonio Cultural de Castilla y León y 30.3 de la ley 2/2014, de 28 de marzo, de Centros Museísticos de Castilla y León. En esos textos se regulan cuatro jornadas al mes para una visita gratuita y se obliga a publicitarlo. Dura lex…