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Miércoles de Ceniza

11/02/2018
 Actualizado a 16/09/2019
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En el delicioso bullicio que reina en el Campo dei Fiori de Roma suele pasar desapercibido el monumento a Giordano Bruno, una estatua realizada por el escultor y pintor Ettore Ferrari en 1889. No resulta extraño que muchos no recuerden esa escultura o que, recordándola, desconozcan a quién representa: la competencia diurna con el ambiente del mercado y la nocturna con las gentes que la pueblan o que ocupan los numerosos locales del entorno es dura. La animación de la plaza, llamada así porque se construyó en lo que habían sido prados con flores, no es moderna en absoluto y ya gozaba de ella en época medieval. Era un espacio populoso debido, entre otras cosas, a la presencia de hospederías para los peregrinos cuyos pasos la cruzaban camino del Vaticano así como a la elección que de la zona hicieron nobles y clérigos para levantar en ella palacios e iglesias. De hecho, ya desde los tiempos de la Roma clásica (pongamos la Roma republicana del siglo II antes de Cristo), este era un lugar de esparcimiento pues formaba parte del Campo de Marte. Tras la caída de la monarquía fue enajenado a los tarquinos, que se decían dueños de ella, pasando su propiedad al pueblo romano. Situado fuera del recinto sagrado de la ciudad, en el que no podían entrar los soldados armados, era el lugar en el que acampaban las tropas cuando regresaban a Roma pero también en el que estaban los establos y las sedes de los equipos que competían en las carreras de carros, en el que se ejercitaban en la lucha y la equitación los jóvenes romanos o en el que las gentes se bañaban en el río. Con el tiempo, la necesaria expansión de la ciudad obligó a que el Campo de Marte fuera construyéndose poco a poco y en él se erigieran templos, estadios, circos, zonas funerarias y elementos tan notables como el gran reloj solar de Augusto. En realidad fueron los Papas quienes dieron lustre al entorno del Campo dei Fiori cuya plaza tenía, además, una función particularmente macabra: la de realizarse en ella públicamente las ejecuciones de la Inquisición. En ella se quemó vivo al astrónomo, filósofo y dominico campano Giordano Bruno un 17 de febrero del año 1600 en el que la Iglesia que lo condenaba celebraba el Miércoles de Ceniza. Escandaloso por heterodoxo y por su defensa del heliocentrismo, de la infinitud del Universo o el movimiento de los astros, Giordano Bruno es probablemente un caso único por haber sido considerado su pensamiento herético por católicos, luteranos ycalvinistas. Se cuenta que a Bruno se le oyó decir en el momento de su condena por herético, impenitente, pertinaz y obstinado: «Tal vez tembláismás vosotros al anunciar esta sentencia que yo al recibirla». En el bullicio del Campo de Fiori, a una a veces le entra repelús.
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