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Milei, De Quincey y la libertad

02/06/2024
 Actualizado a 02/06/2024
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Con Javier Gerardo Milei, presidente de la república Argentina, utiliza a menudo como cierre de sus arengas una expresión que también escribe en las redes sociales: ‘Libertad carajo’. Lo escribe así, sin signos ni coma intermedia que indiquen el carácter exclamativo e interjectivo de la expresión. Se podría colegir, porque lo escribe en mayúsculas y esa es la literalidad, que se tratara de una tal Libertad Carajo, una señora llamada (o apodada) así, o, en otro caso, una libertad adjetivada insólitamente como carajo, una libertad carajuda. Puesto que el diccionario de la Academia, soslayando la acepción marina y disciplinaria (canastilla en lo alto del palo mayor donde se subía castigado), define la voz carajo como sinónimo del ‘miembro viril’, quizás el mandatario suramericano insta a la liberación del suyo o a una más colectiva, especie de exhibicionismo machote muy coherente con sus maneras e ideología. Salvo con la motosierra, cuya imagen se aviene mal con la del carajo afuera. 

Ofrece también la RAE otras opciones y acepciones. La siguiente cuadra: carajo expresa rechazo de algo o alguien. No hay necesidad de aclaraciones. Despreciable, enfadoso o molesto son otras alternativas que se avienen también a su idea de libertad. Finalmente, y por resumir, carajo es forma de decir que algo no vale nada, que «no vale un carajo», según los doctos lingüistas. Esta sería la más ajustada teniendo en cuenta lo que importa al inquilino de la Rosada la libertad de los demás, siendo como es un liberal de cuenta corriente, esto es, de los que miden la dosis de libertad de cada ciudadano en función de sus números (negros) en el banco.

Sabiendo, por otra parte, que su partido es el Libertario y que el diccionario (recordemos, avalado por Academia de su país) otorga ese adjetivo a quienes pretenden la supresión de todo gobierno y toda ley, quizás esa aspiración incluye las normas gramaticales y estemos, por tanto, ante un paso más en esa ‘libertad’ tan a su gusto.

Debemos suponer y entender, sin embargo, que el político hace gala de su locuacidad y gestos para engalanar la invocación a la libertad con uno más de sus exabruptos, como quien dice libertad, cipote, o libertad, cojones, en castellano de este lado. Eso sí, siempre con coma. La coma vocativa y sus afines otorgan propiedad, siendo esta propiedad una para la cual no hace falta dinero, sino que cualquiera posee y es libre de usarla. Su correcto empleo evita malentendidos y chistecitos. Por ejemplo, los que se producirían si se dice ‘Milei carajo’ en lugar de ‘Milei, carajo’. 

Empieza uno por desmantelar un país abandonando a su suerte a la mayoría de sus ciudadanos, pronto no le da importancia a empuñar una motosierra en un mitin político mientras vocifera disparates como un loco peligroso, del insulto permanente en casa propia pasa a insultar en casa ajena y se acaba por mancillar al peluquero y por no escribir las comas imprescindibles para entenderse.

 

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