Rosa Román

El Ministerio de la Soledad

12/04/2024
 Actualizado a 12/04/2024
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Tenía que ser Japón el primero que creara, en 2022, un Ministerio de la Soledad. Se pretende mantener la unión entre los ciudadanos y fomentar actividades que eviten el aislamiento social, porque durante la pandemia unos 22.000 japoneses acuciados por la soledad se suicidaron, y de los fallecidos, el 14 % vivían solos, no tenían familia o les importaban un comino. Tremendo, ¿no? Aunque el gobierno del Reino Unido –advertido por la OMS– en 2018 aprobó la primera Secretaría de Estado de la Soledad; unos 9 millones de británicos aseguraban sentirse solos, y los problemas se multiplicaban. 

Si nos centramos en España, el Gobierno –con sus 22 ministerios– debería ‘ponerse las pilas’ y reconvertir esta lacra en un asunto de Estado. ¡Vamos! Que no es tan difícil crear un Ministerio de la Soledad en España. ¡Total! ¡Uno más qué más da! Porque es igual de importante defender el derecho a la igualdad que defender el derecho a la no soledad. Ni los monjes benedictinos eligen vivir en una soledad permanente. 

¿Que desde Sanidad se afirma que nuestra actual estructura occidental perjudica tanto como el tabaquismo? Lo compro y me lo creo. Y también me creo que el Ministerio de Sanidad, apoyado por todas las comunidades autónomas, ha intentado paliar la soledad que fomenta el suicidio, creando el teléfono 024 para atender, escuchar y apoyar a padres, adolescentes y profesores desesperados. Aunque el mejor fármaco es el acompañamiento, el seguimiento y la supervisión, y la mejor estrategia, la defensa de los profesionales de la salud de atención primaria, de la psiquiatría, la psicología, la orientación y la educación.

No nos engañemos, cada vez más gente se encuentra sola, y eso molesta y se convierten en una carga, y se les arrincona y se les olvida como si fueran una piedra, y surge la depresión con mayúsculas, y ya es tarde, y desde las altas esferas se llevan las manos a la cabeza. O no…

La cuestión de fondo es este modelo de sociedad, con una población envejecida, inmersa en patologías crónicas con distintos grados de dependencia, el cambio de los modelos de familia y de convivencia, atiborrados de prisas, trabajo, compras, autopistas, autovías, coche, tren, metro, horas punta, hijos que llevar y recoger del colegio; y a algunos les estalla la cabeza, y a otros, sin pisar la calle, haciendo amigos ficticios frente a la pantalla, se les fríe el cerebro. Entonces los centros de salud, hospitales, colegios y departamentos de orientación de los institutos se colapsan ante tantas crisis de ansiedad y soledad. Debería estar prohibido un mundo tan difícil, y obligar a repartir más amor –es gratis– a nuestros mayores, a nuestros adolescentes, a nuestros familiares y a los enfermos crónicos, dependientes y aterrados por el futuro.

Puestos a reivindicar, la vida y la observación me han enseñado que escribir negro sobre blanco es mejor que dejar el papel en blanco.

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