04/01/2025
 Actualizado a 04/01/2025
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Ya no hay Reyes con incienso

ni tazas de oro.

No quedan magos lapislázuli 

ni escarlata; 

no los oigo cabalgar.

Por esa razón,

al verlos en el desierto

(sus coronas bocas rojas, 

mirando al cielo con asombro),

les pedí tres regalos:

que me ames con tu médula

y tu sed;

que me hables con tu rabia 

y tu cintura,

que me escuches con tus labios.

Y este último: 

que cantes en mis sueños sin desfallecer.

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