Siempre me ha despertado una candidez inquietante la valentía fuera de lugar. La firmeza inútil. Cada uno tiene un sitio en el mundo, desde que el que puede contribuir a cambiarlo, pero siendo consciente de su ámbito de influencia. La Universidad de León ha pedido en un comunicado el «cese inmediato» de las «agresiones» de Israel a Palestina. Una exigencia loable, oportuna y quizá hasta justa, pero sin duda estéril. Esta petición de la ULE me recuerda a cuando el presidente de la Junta de Castilla y León comparecía para expresar su rechazo a la guerra de Ucrania, el incendio de la Catedral de Notre Dame o los atentados de Londres. A cuando las Cortes de Castilla y León aprobaron una declaración institucional por la situación de los refugiados en Europa o por las consecuencias del terremoto de La Palma. Brindis al sol, gestos vacíos, tertulianos institucionales.
Es consecuencia de una malentendida globalización informativa y una deformación del interés de las opiniones de cada cargo o institución al que hemos contribuido desde el periodismo. He vivido ruedas de prensa en las que se preguntaba a un político local por la crisis económica en Estados Unidos o la inestabilidad en Corea. Ni siquiera considero que un alcalde deba tener una opinión sobre esos asuntos que exceden por océanos su competencia. Mucho menos que debe compartirla y que lo que opine sobre política internacional o lejanas catástrofes naturales sea noticia, o lo que es lo mismo, en algún modo interesante y relevante. Esta perversión del hecho noticioso contamina el debate público. Resulta que, hace ya bastante tiempo, estas valoraciones fuera del tiesto se convierten automáticamente en noticia porque llenan rápido y fácil papel y minutos. La comunicación actual es una mera lucha por presencia y relevancia que olvida lo importante. Zapatero a tus zapatos que te sobra la tarea y falta el tiempo. Dejemos de ser misses de los noventa pidiendo en bañador la paz en el mundo.