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El mito del emprendedor

09/05/2024
 Actualizado a 09/05/2024
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Existe una glorificación del emprendedor empresarial que puede llegar a lo tóxico. Se banaliza la creación de empresas, concebida como autoempleo, de forma poco responsable, como si un autónomo que se lanza al ruedo económico en cualquier condición fuese un héroe. Por el contrario, emprender no debería ser un lema de moda, si no el producto de una reflexión previa. La suerte interviene en una parte del éxito del emprendedor, pero la elección acertada del qué, el cómo y el cuándo resulta esencial. Un fallo grave en estos tres aspectos se hace incompatible con el éxito de la iniciativa. Hay que recordar a los glorificadores del emprendimiento –que en muchos casos jamás emprendieron– que hacerse autónomo supone dedicar la mayor parte de los recursos económicos a eso. Un fracaso puede suponer salir con una mano detrás y otra delante. Además, emprender es casi un sacerdocio, ya que implica dedicar la vida a la actividad empresarial. Al punto que, cuando se emprende, todas las relaciones personales entran en juego en torno a la actividad económica. Emprender está reñido con separar lo personal de lo laboral. No todo el mundo es capaz de hacerlo, por más que en un principio se diga fervientemente que sí.

Superados estos condicionantes personales, hay que elegir el núcleo de la actividad. ¿A qué se va a dedicar el emprendedor? Es conveniente que sea una actividad en la que se vea hueco en el mercado; por ejemplo, hacer reformas en el área rural de León. Es imprescindible que haya un volumen de negocio suficiente, que permita vivir de ello. Por ejemplo, hacer reformas en comarcas casi deshabitadas supondrá que, o se viaja mucho para abarcar más pueblos, o no habrá negocio suficiente. Es recomendable tener acceso a los proveedores de forma fácil. Esto puede condicionar el lugar de residencia: donde haya redes de fibra óptica para hacer pedidos, así como almacenes. Los emprendedores son necesarios en zonas de León en las que no existe volumen de negocio para que acudan empresas grandes a precios razonables. Además de los lugares donde se sufre falta de servicio, hay otra oportunidad que puede originar negocio: una mejora del servicio o producto respecto a lo que ya existe. En estos casos los márgenes bajarán deprisa y la novedad abrirá la oportunidad… solo por un tiempo. En cuanto la competencia adopte los mismos métodos, se cierra el hueco de mercado.

En resumen, emprender no es idílico, ni adecuado para todo el mundo, ni se puede basar en un «porque yo lo valgo», como traslucen algunas historias de éxito. Emprender ha de aunar mucha racionalidad con un punto de suerte para no caer en un bache económico.

 

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