Angel Suárez 2024

Movida en el instituto

01/03/2025
 Actualizado a 01/03/2025
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Una mañana cualquiera en un instituto leonés se presenta una pareja, me atrevería a decir que bien subvencionada, para ofrecer a los alumnos una arenga feminista. Los chicos (y las chicas) se chotean, y uno de ellos es expulsado. Al término de la representación se permiten las intervenciones del público. Un alumno pregunta por qué para él no existe la presunción de inocencia, como para las mujeres. El expulsado, que ha vuelto a entrar en el salón, contradice parte del mensaje de los intervinientes, señalando varias mujeres que a lo largo de la historia han sido siempre consideradas como sobresalientes. Entre otras se atreve a nombrar a Isabel la Católica y a Santa Teresa de Jesús. Me encantaría conocer a este chaval. A continuación pregunta por qué los casos de prostitución y abusos se dan siempre en partidos de izquierdas. Ante esta última intervención, la pareja protagonista dice que de política no habla (no han hecho otra cosa desde que han entrado) y da por concluido el acto.

Al volver a clase el profesor está desolado por el fracaso del invento. Con el fin de demostrar que el machismo regula las dinámicas sociales les dice que va a llevar a una alumna a un bar y a pedir una caña y un agua, para comprobar que el camarero, sin preguntar, le servirá el agua a la chica y la caña al profesor. ¿Es que el camarero debería suponer que el profesor ha ido a tomarse un agua con una alumna menor de edad que bebe cerveza? ¿También debería darle la cuenta a ella? Una chica dice que lo que le preocupa no es lo de la caña, sino sentirse como una discapacitada cada vez que constata que los requisitos para el acceso a un puesto de trabajo público se minoran para las candidatas féminas.

Ni el intento de adoctrinamiento ni el nivel de buena parte del profesorado de secundaria son novedad. Lo sorprendente es que esta juventud tan adocenada, tan mal formada y tan alienada por las pantallas y las redes sociales, está mucho más despierta de lo que parece.

Y es que siempre que la educación, en lugar de enseñar a pensar a los alumnos, centra sus esfuerzos en imponerles lo que tienen que pensar, estos experimentan una rebeldía que no hay quien pare. Y al menos en este caso el sentido común y la libertad ganan un montón de puntos.

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